Una vida como cualquier otra, educada entre un
concepto relativista del bien, el mal, el yo y el tú, que intenta equilibrar lo
que desea y lo que decide, parece fácil y, sin embargo, es el inicio del
fracaso. Ese fracaso que ocultamos porque en realidad no podemos darle una
explicación razonable de por qué buscamos el bien, el amor, el tú, la
misericordia, la esperanza, la unión, la integración y, sin embargo, no podemos
hacer que reinen en nuestras vidas con constancia, con verdadera vida.