Quienes somos

        La mejor manera es decir quienes somos es explicar nuestra experiencia mística como grupo, detallada en el siguiente escrito, enviada a la Iglesia, y exponer la respuesta del Papa. Detrás de esta experiencia hay una Revelación, entregada nuevamente a la Iglesia para su análisis y confirmación.


Se habla desde hace bastantes años de que la Iglesia tiene que ser renovada, pero parece que esta renovación tiene que llevarse a cabo cambiando la forma y no el fondo; esto es, la Iglesia en un estado activo. No nos referimos aquí a ayudar a los demás sino a reconstruirnos por dentro, pasando de albergar la esperanza por la verdad de JESUCRISTO, a sentir dentro de nosotros esa verdad de relación con Él.
Nuestra experiencia arranca hace 16 años, cuando un hijo pródigo, que no sabía explicar razonablemente lo que sentía y que le quemaba por dentro (a DIOS lo sentía claramente dentro de él, de ahí la dificultad), se acercó a los evangelios dominicales, porque en la Iglesia era donde mejor se sentía. De ahí llegó, “por casualidad”, a unos cursos dados por un franciscano, donde desde el primer día entendía todo lo que allí se decía, por complejo que fuera, gracias a que lo sentía y no por sus conocimientos teológicos. De los cursos salió un grupo reducido de personas, en principio para analizar textos y explicar nuestras resonancias. Con el tiempo, tan solo unos meses, y la complicidad de varios de ellos, se desviaron hacia un camino de profundizar y desenmascarar nuestro pecado. Siempre sin un guion establecido, respetando radicalmente las palabras de JESÚS: “donde dos o más os reunáis en mi nombre, ahí estaré yo”. Fue algo que poco a poco les abría la conciencia y, por supuesto, les enfrentaba a su pecado: una lucha titánica por su dureza interior. La verdad se iba revelando paulatinamente gracias a su propia elección libre.
Primero conseguían ver y después, muy despacio, desmontar una estructura interior hecha de mentiras que veían que les esclavizaban. Esta estructura se alimentaba de sus miedos y de sus decisiones egoístas, de una seguridad ficticia nacida del control de la situación. Una estructura que no permitía ver la verdad del ser, esa verdad que nos une a DIOS. Cuanto más control, más lejos de DIOS. Esta es la verdadera esclavitud del hombre: vas desmantelando la estructura del pecado conforme avanzas primeramente en conciencia (sin ella no se ve la estructura, el pecado la oculta). Después, cuando decides con tu corazón que nunca más vas a volver a ese control y seguridad estructural, es cuando DIOS se revela místicamente y te acompaña por ese camino desértico que está diseñado para volver a nacer. No existe meta, solo camino, pero es un camino con un DIOS presencial, al que te ha llevado un JESÚS resucitado que ha estado luchando junto a ti contra tu pecado, hasta que tú lo acoges. Cuando JESÚS triunfa en tu corazón, ya jamás vas a volver a la esclavitud, aunque el camino esté lleno de tentaciones.
En los 14 años que lleva el grupo, que se reúne una vez por semana sin descanso (su interior lo desea así), nunca ha habido una sola reunión en la que no hayan sentido su presencia, saliendo llenos de esperanza. En los últimos meses se han dado cuenta (por pura revelación) del sentido último de toda esta aventura (porque ha sido, y sigue siendo, una aventura apasionante al pasar de una fe individual de creencia en Dios a una fe de certeza de relación con Él).
La venida de JESUCRISTO ha creado una época de esperanza, donde las diferentes sensibilidades y carismas han protegido esa verdad, la han cuidado y nos han hablado de nuestra próxima liberación por el amor incondicional de nuestro Padre, haciendo que el paso de la esperanza a la libertad sea sencillo en cuanto a la forma, no así en cuanto al esfuerzo que debe realizar cada persona. Y en especial la Iglesia, que pasaría de ser guardiana de la fe y de la esperanza transmitida por JESUCRISTO a ser una Iglesia activa donde su fe sacaría de Egipto a los hijos de DIOS. No se entiende activa como una lucha contra las injusticias, es decir, saliendo al exterior a arreglar lo que no está bien, sino más bien ser cordero y arreglar nuestro corazón con humildad. Creemos que cualquier cambio dentro de la iglesia sin antes dejar de ser esclavos está condenado al fracaso, porque siempre serían movimientos de ciertas sensibilidades, nunca un movimiento general que uniera a todos.
Nuestra experiencia estos años demuestra que cualquier persona y de cualquier condición está capacitada para ver su esclavitud y salir de ella. Así como no todos tenemos capacidad de un discernimiento analítico y teórico, aquí sí somos todos capaces de discernir, porque la capacidad de análisis viene de la mano de la apertura de la conciencia, no de la capacidad intelectual (Mateo 11, 25). El espíritu va guiando y tú decides seguir libremente. En nuestra experiencia personal, la mayoría del grupo ha llegado a un punto donde la transformación es más que evidente, y donde la seguridad de no volver atrás es como los cimientos de una casa bien hecha. Sin embargo, una pequeña parte decidió volver atrás, dejando la sensación de que creían en ello pero no fueron capaces de desprenderse de todo lo que les ataba. Pese a ello mantenemos la esperanza de que esto es una realidad, pero es necesaria la fe de la Iglesia para tener la certeza del camino.
Creemos que esto es tan grande que, sin mediar y guiar activamente la Iglesia, no es posible seguir adelante. Es un muro que no se traspasa yendo por libre y desarrollando un método particular con una especial sensibilidad espiritual. En realidad, esa sensibilidad espiritual nos debería llevar hacia la Iglesia, la única capaz de albergar un cambio tan radical (aunque en realidad no es tan radical, ya que solo es pasar de un modo en espera y esperanza a otro activo y de vida).
La relación entre los miembros del grupo es de verdaderos hermanos, siendo de gran confianza; sobre todo sentimos con mucha fuerza la capacidad inclusiva de nuestro corazón (hasta ahora predominaba excluir lo que no te gustaba y sobre todo el que no te gustaba o interesaba).
Cada reunión era como montarse en una barca en una orilla y partir sin saber a dónde ir. Lo maravilloso de todo es que lo que no tenía sentido adquiría una lógica que superaba cualquier planteamiento teórico intelectual (era como si cogieras un montón de letras, las echaras sobre la mesa y alguien las ordenara y resultara un escrito perfecto). No sabíamos qué había que hacer, pero aprendimos a confiar ciegamente en que llegaríamos a buen puerto, como así ocurre cada reunión desde hace 14 años. Lo más llamativo creemos que es la ausencia de ansiedad y de euforia. Más bien es al contrario: sentimos tranquilidad y paz, como si el tiempo y las revelaciones encajaran en nosotros sin escandalizarnos mentalmente ni emocionalmente.
El camino es un calco de la salida de los judíos de Egipto. Primero hay que tener la conciencia de ser esclavo y querer ser libre. Después hay que enfrentarse al faraón (el pecado), pues enfrentándote a él sale su verdadero rostro de desprecio y muerte. Entonces, decides salir y te persigue constantemente, intentando darte caza. Es tan duro que muchos se preguntan si no estaban mejor allí. Las siguientes etapas no tienen descanso. Al igual que el pueblo judío, pasas por todas las tentaciones, pero ocurre como si las aguas las ahogaran. Evidentemente, unos siguen para adelante, otros caerán, nadie dice que sea un juego. Luego vendrán la rebelión contra la autoridad y la búsqueda de ídolos de oro más acordes con esa estructura de pecado que trata por todos los medios de sobrevivir dentro de ti. (Aquí perdimos nosotros a una pequeña parte del grupo, la mayor parte, después de grandes dudas, siguió adelante). Los que siguieron fue por confianza. Aquí es donde la Iglesia estando activa tiene mucho que decir; es más, lo tiene que decir todo: ¿no es más fácil confiar en su corazón que en una persona por mucha fe que tenga? Luego vinieron las leyes, no como una amenza que nos dice lo que hay que hacer sino como algo sentido en el corazón de lo que no hay que hacer. Más tarde llegó un tiempo de confianza madura en el maná de cada día, promesas de entrega de nuestro corazón a DIOS y certeza de que debíamos escribir esto.
Una lectura que ha sido recurrente por espontaneidad ha sido Nehemías 2, 1-20, una lectura que solo la hemos empezado a entender un minuto antes de tener la certeza de escribir esta carta.
Como certeza destacaríamos que una persona del grupo empezó hace 5 años a llevar otro grupo con la misma metodología y se está convirtiendo en un calco del primero en cuanto a camino y misticismo. Se está demostrando nuevamente la necesidad de la fe de la Iglesia porque estos grupos no se dirigen desde la capacidad, sino desde el corazón. Y tenemos muy claro que para que los queridos hermanos superen el camino de la confianza necesitan un corazón que de verdad dé confianza, el corazón de la Iglesia. Creemos que ningún ser humano por muy transformado que esté pueda desarrollar este milagro, pues existe un momento de la transformación que requiere una confianza en la fe del que guía y es necesaria la fe de la Iglesia (por eso nos dirigimos a la Iglesia con este escrito).
Nuestra pregunta sería: ¿vamos a seguir analizando sin fin lo que otros han sentido, han dicho, o han hecho, siendo más importantes los análisis que el propio hecho en sí, sembrando de admiradores las razones más brillantes?, ¿o vamos a hacer sentir a nuestro corazón el susurro del corazón de DIOS que nos llama con dulzura para no imponerse sobre nuestra libertad? Tanto amor y tanto poder y la decisión de acercarnos la deja en nuestras manos. ¡Cuánto cree en nosotros!
GLORIA AL PADRE, AL HIJO Y AL ESPIRITU SANTO COMO ERA EN UN PRINCIPIO AHORA Y SIEMPRE, POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. AMÉN.

Respuesta el Papa:



 

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