domingo, 5 de junio de 2016

ANÁLISIS DE LA FE PERSONAL Y LA FE MÍSTICA

          Poder ver la luna, oír el viento, sentir la lluvia, oler la hierba mojada, creer en tus sueños, desear que te necesiten. Escucha al sincero amor, que te acaricie, déjalo libre, que penetre en tu corazón limpiando tu mente, deja que hable, que nadie más lo escuche, recuerda su intimidad, su libertad, descubre tu falsa soledad, no huyas de ella, con el amor ni duele ni existe. El amor no puede desaparecer y si crees que desaparece seguro que no se ha ido. 


          El amor cura heridas, soledades, miedos y sobre todo equivocaciones. Su intimidad es tan profunda que solo la verdad y el arrepentimiento sobreviven en el amor. La verdad desenmascara las mentiras y el arrepentimiento desnuda la arrogancia. 

           Las mentiras las hacemos nuestras buscando una razón o un interés inmediato, y la arrogancia es la consecuencia de la pérdida de la humildad espiritual (no hablamos de la del comportamiento, sino de una humildad más profunda). Una humildad que es la escalera de la fe hasta llegar a DIOS. Todos la tenemos al lado, pero cada peldaño que subimos es un poco más de humildad y menos de arrogancia. La arrogancia nos hace sentir falsamente fuertes porque nace de la inseguridad y de la incertidumbre, sin darnos cuenta de que la verdadera fuerza está en la humildad. ¿Quién es más fuerte, el que lucha por orgullo o quien pide perdón? 

          La frase “no creo, DIOS no existe” es una forma de hablar habitual en el ser humano. Lo que no podrás es decir que esa frase está llena de humildad, sino de soberbia, arrogancia y “falsa” seguridad (porque podría estar equivocado). Ser arrogante hoy en día no te expone a la crítica. No ocurre lo mismo con “yo creo en DIOS”, blanco de críticas y desprecios. No puedo creer, no estoy seguro, cuando vea creeré, creo a mi manera… y tantas afirmaciones llenas de arrogancia que no dejan que se ponga en marcha la propia fe (parece que algo incita a ello, ¿quizá sea el pecado que adula y la soberbia que le da cobijo?). Pero todos ellos creen en algo, tienen algún “dogma de fe”, una filosofía personal de vida, teorías sin experiencias, multitud de ideologías, adoctrinamientos sin libertad, razonamientos intransigentes, experiencias personales como principio y camino, o son seguidores de creencias incluso de supersticiones o cualquier mentira que intenta convencer sin respetar la libertad del hombre como ser. Todo vale más que el hombre, todo está por encima del ser humano, pero solo existe una cosa que pone al hombre por encima de todo y es el AMOR. Un ser amado es lo primero, por encima de cualquier norma. 

         Un ejemplo donde el amor desenmascara la arrogancia es el aborto. Podrás disfrazar tu decisión de cualquier justificación-mentira-dogma-ideología-derechos que quieras, pero es una decisión basada en la arrogancia, el miedo y el desprecio. Disfrazar la arrogancia de derecho a decidir, descartando cualquier responsabilidad, y siendo las consecuencias un desprecio total hacia un ser que si le dejas tiene el 99% de posibilidades de nacer y ser uno más entre nosotros, es ignorancia o soberbia, o ambas cosas, y si es por miedo e incertidumbre es fiel reflejo de la inmadurez y su arrogancia. 

          El ser humano ha perdido la humildad del corazón y la ha cambiado por la arrogancia (hay que volver a ser como niños). Hemos cambiado la verdad por la mentira, por la sencilla razón de que la verdad requiere de una humildad espiritual madura que conoce muy bien las virtudes y el pecado de uno mismo. Esto no da frutos inmediatos y provoca en el ser humano desilusión, deseos inalcanzables, decepción y frustración, es por lo que elegimos un autoengaño en el que prevalece la mentira que nos adula y nuestra arrogancia que le da vida, a pesar de que el hombre tiene la capacidad de dar vida tanto a la mentira como al amor, porque tenemos la total libertad de escribir nuestra propia vida. Damos vida a una mentira que es fiel aliada de nuestra arrogancia, de nuestras pasiones, de nuestro instinto, del razonamiento que analiza y juzga al prójimo, creando una moral de piedra para los demás y muy laxa para nosotros. La mentira nunca se enfrentará a mi propia arrogancia. No es difícil defender una mentira con razonamientos propios, es decir, en vez de analizar mi comportamiento, analizo el del prójimo, encontrando siempre una excusa que me justifique. El que mejor se adapte será el más listo entre todos y se situará en la pirámide de lo que vales. La arrogancia es ignorancia y maldad (siempre hablamos de arrogancia espiritual, no de la del comportamiento, que suele ser más llamativa), porque no necesita nada para vivir, se alimenta de muy poco, “de humo”, de deseos, de ilusiones, de vanidad, soberbia, orgullo, miedo, incertidumbre y, por encima de todo, del desprecio. El pecado calla, ya que no es conciencia; no hace nada y somos nosotros los que creamos una vida alejada de DIOS. ¿Somos víctimas del pecado? ¿O simplemente le damos cobijo porque se adapta perfectamente a nuestros deseos arrogantes de ser dioses? 

         Hay un pecado que creó el infierno del hombre, el de los que eligieron la nada en vez del todo, el pecado que odia al hombre y hace todo lo posible por que se autodestruya. Pero la libertad que DIOS puso en el hombre impide que pueda destruirlo directamente. Dios te ha hecho libre para que puedas elegir. El pecado ni decide por ti ni te obliga a decidir, trata de engañarte para que en tu propia libertad te autodestruyas alejándote de Dios. Es la búsqueda de la destrucción del hombre desde su libertad; es decir, el hombre elige en libertad alejarse de DIOS. La arrogancia justificará todos los actos erróneos que cometas y siempre tendrá la culpa el otro, porque la arrogancia desemboca en el odio. 

         Del pecado original nace la insolencia, de la insolencia la arrogancia y de esta el odio. ¿Qué salida tiene el hombre? Porque todos vivimos en ese camino diferenciándonos solamente por atenuantes de amor, peticiones de perdón, arrepentimientos y consecuencias de nuestros actos que rebajan la arrogancia. Por el contrario, según alimentes la insolencia, la arrogancia y el odio, será tu conciencia, y lo peor de todo esto es que desemboques en la certeza de tener razón desde el odio, lo que te hará ser cruel. El amor no lleva cuentas del mal; la arrogancia, sí. 

       En este estado de esclavitud lo único que calma un poco la sed es el Amor, sus actos, sus consecuencias. Si Dios no nos estuviera dando agua pura en momentos de necesidad, moriríamos totalmente en soledad y esclavitud, sin ninguna salida posible. Solo es posible salir de esta esclavitud si DIOS en su camino de salvación nos llama y nosotros, en nuestra conciencia de fe, decidimos ir hacia ÉL. Es imposible relacionarnos directamente con Dios porque su Amor nos destruiría. El Amor de Dios y el pecado del hombre son antagónicos. “No podrás ver mi cara, porque quien la ve no sigue vivo” (Éxodo 33, 20). Jesús es el intermediario perfecto entre el Amor de Dios y el pecado del hombre. JESÚS es el camino de nuestra salvación, porque desde su divinidad y humanidad permite que podamos relacionarnos con DIOS. Un camino de salvación que pasa por la percepción de ser esclavo del pecado y el esfuerzo de querer dejar de serlo, para que JESÚS pueda acercarse, llevarnos al PADRE y hacer su voluntad. 

        Nuestra voluntad es la de hacer lo que individualmente nos apetece en cada momento (derechos sin obligaciones y sobre todo sin responsabilidades, ir de aquí para allá sin ningún tipo de esfuerzo). Esta es la libertad que interiormente buscamos, sin darnos cuenta de que buscando la vida fácil, la estamos haciendo difícil, porque existe una Verdad absoluta que contrasta con nuestra actitud y comportamiento. Ese hacer lo que quiero es en realidad la forma más radical de esclavitud, porque en el momento en que te juntes con otra persona, necesitarás normas para convivir y leyes para mantener a raya los comportamientos. Sobre todo porque mi propia libertad la tengo que subordinar a las normas y los moralismos, reprimiendo mis instintos y deseos, y haciendo moralismo de todo, juzgando al prójimo, uniéndome al que piensa como yo y rechazando a todo el que no comulga conmigo y mis ideas. Una falsa libertad que se convierte en prisión porque no puedo contrastarla con la Verdad. No con las verdades particulares, sino con la Verdad absoluta que es el Amor verdadero. Si yo no conozco la verdad absoluta, nunca sabré si me equivoco. La Verdad absoluta existe por algo tan sencillo como por que si no existiera, no existirían las equivocaciones (ideas, leyes y normas que están por encima del ser humano) y serían solamente formas diferentes de hacer las cosas. 

       Aclaremos esto, por supuesto que existen formas diferentes de hacer las cosas que no ponen al hombre por debajo de la norma: es la evolución natural de las normas y los moralismos. El ser humano como ser, no su comportamiento está por encima de cualquier idea del pensamiento humano. Pero todo lo que hace al hombre estar por debajo de cualquier idea son equivocaciones, porque existe una Verdad absoluta que es el Amor. Dios ama al hombre por encima incluso de la muerte (la más dura de las normas) para darnos la vida eterna. Ninguna norma, pensamiento, deseo, moral, ley o razonamiento humano va a anular esta verdad absoluta. En cambio, cuando conoces y sientes el amor, no existen leyes ni normas, porque no piensas en ti, sino en el otro. Y cuando conoces y sientes el amor de Jesús, Jesús solo piensa en ti y esto provoca que tú pienses en el prójimo, integrando el amor en el comportamiento humano, siendo una verdadera paradoja que cuando más atado al amor estás, más libre eres. La Verdad os hará Libres. El Amor está por encima de las religiones, de las buenas morales, de la ética y de las mejores expectativas, pero solo Jesús te puede llevar por ese camino de Amor que culmina en Dios.

         Es curioso que sin salir de nuestra esclavitud cada ser tiene una fe, una ideología, una forma de pensar o de conocimiento de uno mismo y del entorno muy particular, y sobre todo personal, que no casa con ninguna otra fe salvo si se rige con normas y comportamientos comunes. En el caso de la fe católica, estos comportamientos y normas nacen de una ritualidad en la verdad de la Iglesia (la verdad y mandamientos de Jesús), que educa un comportamiento y una actitud, siendo fundamentales para mantener la fe. La esencia de estos rituales es la relación personal del hombre de fe con Jesús, resucitado y vivo en la eucaristía, donde la fe se refuerza unilateralmente por JESÚS y, a veces, también por nosotros en verdadera comunión. Es una fe que no puede dejar de experimentar la eucaristía y la confesión sin riesgo de relativizar la propia fe personal. Es una fe que lo explica todo pero que no tiene relación con JESÚS resucitado, porque seguimos siendo esclavos del pecado. Es una fe necesaria para darnos cuenta de nuestra esclavitud y de nuestras limitaciones espirituales. Sin esta fe no puedes darte cuenta de tu propia esclavitud en el infierno del pecado, donde DIOS nos da luz y agua de amor gratuitamente para que podamos, desde nuestra libertad, pedirle que nos saque de esa prisión, confiando y sin miedo hacia donde nos lleve. Una fe que, siendo muy personal, acerca al hombre a Jesús, unificando JESÚS todas las fes en una, siendo ÉL la unión de la fe, la verdad y el Amor. Para que nuestra fe sea una, junto a la verdad, necesitamos conocer la fuente del Amor verdadero y para eso es necesario conocer a JESÚS y relacionarnos con ÉL.

         La fe que se da cuenta de su esclavitud es la que puede iniciar el camino de su propia libertad de la mano de JESÚS. Es una fe igualitaria basada en el Amor, que no busca, sino que acoge; es decir, nosotros como Iglesia, como grupo, acogemos a JESÚS, que es el que unifica la fe del hombre (no es posible individualmente, es la hora de la unión y la comunión), produciendo la auténtica relación con ÉL en un camino que es formación y búsqueda de la humildad por parte del hombre, y salvación y puro Amor por parte de DIOS. 

        En la fe personal nosotros nos relacionamos con Jesús; en cambio, en la fe mística, Jesús se relaciona con nosotros. En la fe personal, la relación va desde mí hacia Él, yo hablo y Él escucha (le pedimos por nuestras necesidades, por nuestros deseos, priorizamos nuestra voluntad); en cambio, en la fe mística, siendo conscientes de nuestra esclavitud, la relación va desde Él hacia nosotros, en grupo, porque individualmente, coaccionaría nuestra libertad y, además, así unifica la fe, antes era la fe de nuestras experiencias ahora es la fe del Amor. Él habla y nosotros escuchamos. Ahora la prioridad es su voluntad. En la fe personal la esclavitud solo te permite clamar a Dios, en el que crees de verdad; clamamos individualmente y hacemos conciencia de ese clamor colectivamente. En ese clamor, Él te escucha y viene a ti; en la fe mística, el Amor de Dios nos hace libres, dirigiéndonos hacia un camino de salvación, siendo nuestro esfuerzo fundamental para iniciar este camino. Son exactamente los mismos pasos que los que dio el pueblo hebrero en su camino de libertad. 

        DIOS no te hace sentirte pequeño, te hace sentirte único y querido, la belleza de DIOS está en su propia humildad, no mira al hombre desde arriba, está al lado tuyo y te ayuda a levantarte, ÉL te da el derecho a ser amado y la gran responsabilidad de amar. Su Amor en ti da frutos de honestidad, de sinceridad, de confianza espiritual y, cuando alcanzas la verdadera humildad, la pobreza de espíritu, fundes tu alma en su Amor. Un Amor que existe para amarnos sin derecho a ser amado hasta que dejemos de ser esclavos del pecado y pasemos a ser esclavos del Amor por pura libertad y elección, deseando que esto sea una unión infinita y sin fin, siendo dignos de su Amor, un Amor humilde que deja y desea que nos podamos acercar todos, que su casa es para todos, la preparó desde el inicio del mundo para estar con nosotros, ÉL tiene la puerta siempre abierta, nunca la cierra, somos nosotros los que no queremos entrar. 

        Dios es Amor y el Amor está por encima de todo. El juicio final no es para juzgarnos y condenarnos, es la última oportunidad que tiene DIOS de salvarnos y sacarnos de nuestra esclavitud, elegida libremente. Cuando conozcamos a JESÚS, su perdón y su Amor diremos   AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y AL PRÓJIMO COMO JESÚS LO AMÓ.

1 comentario:

  1. He necesitado leerlo diez veces e ir párrafo por párrafo, pero nada me había hecho pensar tan profundamente, está lleno de vida y relación

    ResponderEliminar