jueves, 5 de enero de 2017

LA CIENCIA, LA FE Y LA CONCIENCIA


La ciencia y la fe parecen estar en continuo conflicto. La ciencia demuestra el cómo de las cosas y la fe transciende el porqué. ¿Cómo se formó el mundo? Creo que es ámbito de la ciencia explicarlo y, si no puede explicarlo al cien por cien, significa que todavía no tiene todos los medios. En cambio, la explicación de por qué se formó el mundo la tiene la fe, no como hipótesis, sino como sentido último, como revelación de DIOS. 

DIOS se revela y la respuesta libre del hombre es la fe. La ciencia cuando quiere explicar por qué se formó el mundo y el universo, acaba siempre en una respuesta simplista: por casualidad. No ve intencionalidad en el porqué, descubre lo que es cierto pero no lo que es bueno, justo o humano y mucho menos la transcendencia del hombre. La ciencia puede ser una forma de pensar, ya que nace del razonamiento, el análisis y la lógica, incluso una forma de comportamiento, pero nunca podrá ser certeza del porqué. La ciencia podrá crear en un futuro, robots dotados de una enorme inteligencia, incluso de buenas imitaciones de las emociones, pero jamás podrá perdonar y mucho menos AMAR. La ciencia incluso podrá (hipotéticamente) hacer al hombre inmortal con una tecnología perfecta, pero nunca podrá responder sus grandes preguntas: la intencionalidad de ¿por qué existo?, ¿a dónde vamos?, ¿cuál es el sentido de la vida?, ¿por qué soy capaz de Amar?, ¿por qué puedo perdonar?, ¿por qué me arrepiento de verdad?, ¿por qué el hombre puede observarse a sí mismo y los animales no?, ¿por qué tenemos la capacidad de la autoevolución y los animales no?, ¿por qué existe una naturaleza humana totalmente diferenciada de todos los demás seres vivos?, ¿por qué es imposible razonar el Amor e incluso la conciencia? Si la perfección de la ciencia fuera llegar a ser inmortal, ¿por qué ser inmortal no te haría Amar o simplemente ser feliz?

Yo no veo casualidad sino intencionalidad en el porqué de la vida, una intencionalidad que está muy por encima de los intereses humanos, sus perspectivas, capacidades, ambiciones y sueños. Ser inmortal seguro que sería el mayor interés que podrías humanamente desear, pero comparado con el AMOR, este tiene otra dimensión más allá de la imaginación, los sueños y deseos del hombre. El Amor no entra en el pensamiento del hombre, siempre le sorprende, brota, nunca es premeditado. No lo podemos ver, dominar, quitarle su libertad y, sin embargo, lo podemos sentir cuando transcendemos nuestro propio yo. El Amor es infinitamente más elevado, El AMOR es la verdadera revelación de DIOS. El Amor es DIOS.

La ciencia es excelente en el ámbito de la comprensión, comprueba hipótesis, descarta las simples opiniones y, por supuesto, las supersticiones. También es la fuente de nuestro progreso y prosperidad y sería un necio si no le diera la importancia que merece, pero la ciencia no lo explica todo y mucho menos el Amor y la comprensión de él por parte de todo ser humano independientemente de su capacidad intelectual (la falta de esta capacidad es un obstáculo para la comprensión de la ciencia). El Amor lo entiende cualquier persona independientemente de dónde viva, en qué época y su capacidad de comprensión. Primero lo siente, luego lo entiende, lo recuerda y lo busca, no es una emoción, es una realidad más allá del hombre, que el Amor me emocione es diferente.

Es curioso que haya científicos o personas con una supuesta mentalidad científica que califiquen de casualidad aspectos de una complejidad enorme, por ejemplo, la creación del universo. Afirman rotundamente que DIOS no existe, que es una invención y poco más o menos una superstición de mentes necias o malintencionadas (lo cual no deja de ser una opinión). Me parece que son opiniones, hipótesis y en muchos casos fundamentalismos científicos llenos de prejuicios porque no son capaces de entenderlo. Creo que si un científico no puede creer porque su razonamiento le dice que más allá del conocimiento y la explicación científica le es imposible continuar, entiendo que pueda dudar hasta que se pueda demostrar, entender o tener una certeza. Ser agnóstico entra dentro de la lógica de la fe, pero hacer opiniones, hipótesis y cábalas de algo que no se puede demostrar que no exista, es lo contrario a la buena ciencia. También existen muchos y grandes científicos que creen en DIOS, y otros que han pasado de un agnosticismo lógico del razonamiento a creer por la razón, análisis, experiencias, transcendencia y certeza de su propia fe. Creer es una respuesta al Amor de DIOS, pero para que se ponga en marcha la fe es necesario querer creer, responder al estímulo del Amor. Hoy día transcender y tener fe no es algo que interese, que emocione, ilusione y mucho menos que parezca necesario.

El hombre moderno está perdiendo la fe, aunque vea los estímulos de DIOS, se está volviendo “práctico” dentro de un mundo lleno de ciencia y avances tecnológicos para poder adaptarse mejor a su entorno. No es más racional, no nos equivoquemos, el razonamiento es el análisis de todo, lo externo y lo interno, incluso el análisis de mi propia fe y transcendencia. Ser práctico es adaptarse rápidamente a un medio y desarrollar las facultades para hacer las cosas lo mejor posible dentro de ese entorno que te toca vivir, y ahí está la gran motivación del hombre moderno, llegar a metas siendo extremadamente competitivo, dejando a un lado a los que menos capacidad tienen. Una sociedad que no espera a los rezagados ni les ayuda, solamente se limitan a dar limosnas de lo que les sobra para sentirse justos y luchadores de las injusticias, dejándolos en centros y estructuras ordenadas donde hay más limosna que AMOR, están bien pero se sienten solos.

Ser “prácticos” nos convierte en seres extremadamente pragmáticos con lo que se percibe, no perdiendo energía en búsquedas complicadas, negando o simplemente no creyendo todo lo que no se puede demostrar. Los pobres, los que se comportan mal, los que tienen problemas con sus emociones, los rezagados de la sociedad tienen un futuro incierto, sacando en muchos casos lo peor del hombre: falta de esfuerzo, frustración, violencia, suicidio, indignidad; eso sí, si vemos que necesitan ayuda por una clara luz social, nuestra sensibilidad se desborda y damos lo que nos sobra, dinero, voluntad y deseos de cumplir con la conciencia. El juicio de la razón indica lo injusto de la situación y la solucionamos creyéndonos justos y buenos con nuestras limosnas de conciencia social. Todo esto produce una apatía hacia la existencia de DIOS.

Hoy día creer o no creer no es importante, yo creo pero no necesito integrarlo en mi comportamiento, mis deseos o simplemente en mi forma de pensar. Puedo creer y hacer lo que me interese, puedo crear leyes morales que juzguen y condenen y a mí me justifiquen, decido actuar de una forma aunque sé que no está “del todo” bien, pero me interesa hacerlo y por supuesto puedo creer en DIOS aunque no lo ame, incluso caer en el mayor fruto de la hipocresía de la conciencia, “ya que cumplo los cánones del comportamiento social y moral, soy buena persona”. Todo esto es incoherente, pero práctico. Parece un comportamiento perezoso, pero no es así, es más bien muy activo, tratando de separar el vínculo del hombre de la transcendencia de la revelación y la fe. Esta intencionalidad también la veo en una dimensión que supera la capacidad del hombre y de sus propios intereses.

Personalmente, yo percibo esta situación como un intento de romper la fe individual con lo que la alimenta y da certeza: la fe de la Iglesia. Una fe inmensa donde depositas tu pequeña fe y la de tantos otros creyentes de todas las épocas, donde en un milagro de comunión por el Espíritu Santo se guarda eternamente en el sagrario del corazón de la Iglesia, que es JESÚS resucitado. Podemos pasar sin ninguna gloria por el mundo, pero tu pequeña fe y tu pequeño Amor serán eternos, porque para JESÚS ni la más pequeña mirada al cielo y al AMOR de DIOS pasa desapercibida y la recoge en su corazón, porque el agua viva del Amor y de la fe de cualquier ser humano nunca serán olvidadas y serán gloria y vida en el cielo. El corazón de la Iglesia es un río de agua viva que yo necesito ir a beber y lo están vallando, desprestigiando y diciendo que no es agua sino lodo, para que no pueda beber, para que acabe deseando no ir a beber. Cierto es que algunas personas “prácticas”, otras de “instintos deformados”, hombres sin fe, con morales de piedra para los demás, intransigentes, incapaces de arrepentirse y llenos de soberbia habitan las estructuras y los aledaños de la iglesia humana, pero como en todos los sitios donde viva el hombre.

Yo no percibo la Iglesia, ni la analizo desde una perspectiva simplista y exterior, hay que ir a su interior, como a un ser querido, no puedo juzgarla con el juicio de la razón por el cual yo creo saber lo que es justo y cómo debería ser su comportamiento. No cómo es sino como quiero que sea. Deberé empezar desde el Amor recíproco que nos une, olvidándome de lo justo y de las leyes morales particulares. En el prójimo el Amor recíproco es el RESPETO, ¡qué mínimo! El corazón de la Iglesia es JESÚS, le dan vida la fe de sus mártires, sus inocentes, sus personas de fe, los Santos, los pacíficos, los humildes, los que sufren con humildad, los pobres de corazón, los que se han arrepentido, los que encontraron el Perdón, los misericordiosos, los limpios de corazón y sobre todo los que han transformado su corazón de piedra en uno de carne. Un ejemplo de la misericordia de la Iglesia es San Pablo, ¡cuántas barbaridades habría hecho o deseado a los que luego fueron sus amados hermanos! No conozco ningún lugar en este mundo donde se acoja al enemigo arrepentido de una forma tan profunda, sin ningún interés, con misericordia. La Iglesia está llena de seres humanos que estaban rotos y se convirtieron en hombres nuevos arrepentidos, no existe lugar más hermoso en la tierra que la Iglesia. Los que no tienen fe ni humildad verdadera no pertenecen a la Iglesia, porque la Iglesia es JESÚS resucitado y los conoce perfectamente, su única oportunidad quizá sea el arrepentimiento verdadero.

Existe una pequeña puerta en el corazón de la Iglesia, difícil de encontrar, inaccesible para el arrogante, que está siempre abierta, día y noche, es la puerta del arrepentimiento y el Perdón. (Mi pocilga y mi oscuridad fueron 14 años de una mala compañía, la heroína. Al principio me acarició con dulzura y yo le entregué mi Alma, en cuanto la tuvo se reveló como lo que era, una mentira alimentada por mí arrogancia). Yo pasé por esa puerta del arrepentimiento y te diré que es dura y pesada de abrir. Hay que caminar mucho en la oscuridad siguiendo una pequeñísima luz de esperanza, DIOS siempre está ahí, pero apareció con claridad cuando le pedí que me ayudara, ¡cuánto tardé en hacerlo! Esa pequeña luz se fue convirtiendo conforme avanzaba en el rostro “figurado” y presencia real de JESÚS. ÉL me ayudó a desprenderme de la verdad humana (que es un círculo vicioso sin salida entre el descontrol del instinto y los comportamientos, entre los juicios de la razón y el control bajo leyes morales del comportamiento e incluso la forma de pensar).

Entré en una oscuridad total no de la razón sino del Alma, podía razonar perfectamente y sin embargo no me servía de nada, tenía que arreglar “algo” antes. No me sentía solo, su presencia analizando todo lo que me hacía sufrir era asombrosa, desbordante, haciéndome ver la verdadera realidad y lo verdaderamente justo. Ningún reproche a mi conducta y mis errores y sin embargo me convertí en una persona con una responsabilidad que no había tenido nunca. Tuve que dejar todo fuera, desnudo pero sin sentir miedo, pasé vestido solamente con el arrepentimiento y con toda mi humildad humana que pude soportar. Yo esperaba miradas “figuradas” de reproche, algún dedo acusador, lo hecho yo no podía deshacerlo ¡cuanto lo deseaba!, creía que alguien que lo había hecho tan mal no podía ser perdonado, quizá ¿vestir la túnica del arrogante arrepentido? No fue así, nada más pasar sentí que había alegría por mí, qué extraño era eso para mí, esos sentimientos no los recordaba, ni un reproche, ninguna desconfianza, todo era muy real era una sensación que duró en el tiempo, siendo como fue un instante, difícil de explicar si no decimos que se paró el tiempo, “que lógica, ¿verdad?”. Todo estaba rodeado de AMOR, era un perfume, unas paredes, un suelo, un techo, lo era todo y no ves nada, solo lo sientes, de una forma irracional mucho más real que unas emociones que nacen de ti y crean lo que quieras imaginarte. Era todo incontrolable, sorprendente, inesperado y en vez de crear miedo en mí, sentía un ambiente embriagador de Paz. Las emociones se dispararon y a la vez se contradecían cuando sentí con certeza a un ser real, verdadero, innegable que se aproximaba muy rápidamente y provocaba en mí una desnudez del Alma increíble, como cuando eres un niño sin preocupaciones, con una conciencia limpia, totalmente renovada, sin carga, sin culpa y lleno de responsabilidad, ya no me perseguían mis errores, mis fantasmas y las decisiones equivocadas, era una dulce y hermosa paz. En ese mismo instante, ¿cómo explicar que se acerca y ya está aquí? Me siento envuelto en un arrebato indescriptible, se podría describir como el encuentro de alguien que te echaba mucho de menos dándote un abrazo, sin importar nada más, inconcebible para mi razón. No siento el abrazo físicamente (ahí está mi razón intacta), sino lo que transmite el abrazo, AMOR.

Llorar fue mi respuesta a esta cascada incontrolable de AMOR que sentí en mi Alma, no podía hacer nada más, me quemaba, me abrasaba, me desbordaba, lo inesperado, por primera vez, no me daba miedo, vi un instante de eternidad, sentí el Espíritu Sagrado que tiene todas sus intenciones de AMOR y algo que me desbordó y sigo intentando asimilar poco a poco; el Espíritu Sagrado que tienen todos los seres humanos, que me decía ÁMALOS aunque no te correspondan, debes creer en ellos aunque estén equivocados, tú sabes muy bien de qué te hablo. También sentí la necesidad de demostrarle mi gratitud, estaba tan agradecido que después de años todavía resuena en mi corazón cómo pagar esta deuda tan grande de AMOR. Han pasado ya 24 años, le quise decir tantas cosas y no pude, pero no importa ÉL ya lo sabía.

Debo decir que al principio mi diminuta fe solo podía clamar al cielo de la esperanza, nada más. Busqué en mi desesperación a alguien que respondiera y “algo”, no sé describirlo, me dijo que rezara a MARÍA, y lo hice. Se me hizo un poco extraño, pero lo hice, algo me decía dentro de mí que confiara, nada más, si quería salir de esa oscuridad. SU presencia era muy sutil, muy humilde, muy difícil de describir si no fuera por lo que sucedió después, fueron certezas de su presencia, yo solo le pedía poder AMAR, en ese momento solo quería AMAR sin ser AMADO (qué poco sabía de mi Padre). Las respuestas no tardaron en llegar y sucedió que encontraba sutilmente respuestas a mis preguntas, consuelo a mi sufrimiento y una suave certeza de Amor. Nuestra Madre jamás deja a un hijo olvidado, ni una lágrima sin consuelo y ni una petición de fe verdadera sin respuesta. Ella es la Madre de la Iglesia en cuyo corazón habita JESÚS resucitado. Después de eso todo se volvió Jesús, ella se apartó y me encontré con mi luz, .con mi camino, con mi Salvación, con mi corazón, con mi dignidad, con mi libertad y con las palabras más hermosas que se han dicho en este mundo, AMAOS los unos a los otros como Yo os he AMADO.

En el corazón de la Iglesia está Jesús resucitado, su verdad y mandamientos y la revelación de DIOS. Y también está la fe como respuesta del hombre y la unión de todas las pequeñas fes que habitaron entre los creyentes. No se puede mantener la fe sin la fe de la Iglesia. La Iglesia nos enseña el lenguaje de la fe, su mensaje es el mismo en todos los rincones del mundo (la interpretación es otra cosa distinta, pertenece al juicio humano de la razón, no al del corazón). La Iglesia no es lodo, es agua viva, es esperanza y a la vez certeza. Señala un solo camino de salvación que es el mismo desde el inicio de la humanidad y es la fe. En la oscuridad de un corazón y el silencio de una Iglesia irrumpe la oración y de ella nace la fe y la esperanza. Siempre se puede confiar en quien tiene verdadera fe aunque se equivoque. Solamente el hombre de fe la puede transmitir, si no la tienes se convierte en moral. En el hombre no se puede ver de antemano la cantidad o calidad de su fe, pero sí su luz y sus frutos. Lo más importante que nos enseña la Iglesia es que el hombre que quiere creer, tener fe, arrepentirse, sentirse perdonado y vivir de la esperanza y el Amor de DIOS, lo encontrará en el profundo corazón de la Iglesia que es JESÚS resucitado.

Nuestra conciencia percibe la realidad, siente y experimenta el juicio de la razón por el que reconocemos la cualidad moral de un acto concreto, en este nivel de conciencia habita la verdad del hombre. Una verdad que varía según las épocas, intereses y sobre todo según las leyes morales que imperen en la sociedad. La conciencia es, como dice la Iglesia, el sagrario del hombre, donde habitan todas sus capacidades, instintivas, reflexivas, morales, emocionales y también las que escapan a la razón: el arrepentimiento, el perdón, la humildad de corazón, la fe, la esperanza y el Amor. Es como si la conciencia estuviera dividida en dos partes, una puramente humana, otra transcendente y revelada, pero con la cualidad innegable de que existe una libertad y autonomía total para tomar una decisión. Nada condiciona, pregúntate por qué decidiste y te equivocaste, y siempre encontrarás una mentira que te cautivó y a la cual tú le diste vida.

Si tenemos un instinto deformado en el aprendizaje y el razonamiento, tendremos un comportamiento que no respeta al prójimo. Si yo le robo es porque lo desprecio, a nadie que respetas le robarías, tampoco le odiarías ni te reirías de él y mucho menos le matarías. Esto tiene mucho que ver con la falta de juicio de la razón y su comportamiento, aunque también se ve en la intransigencia de las leyes morales y los idealismos que convierten al ser humano en culpable de su comportamiento. Exigir responsabilidad nada tiene que ver con no dar ninguna oportunidad. No existe la más mínima transcendencia, no hay perdón, arrepentimiento, humildad, fe y por supuesto Amor.

Existe una capacidad de la conciencia que es luz del razonamiento para distinguir el bien y el mal, que aplica una moral a los comportamientos e incluso a los propios pensamientos. Esto que parece bueno (y lo es), tiene un grave inconveniente y es que deja al hombre sin salida, porque cuando no transciendes de verdad, se convierte en juicios morales que juzgan las injusticias, los comportamientos, los actos realizados, los que realizas y los que realizarás. El mundo está sediento de arreglar injusticias, tenemos mucho más claro qué es una injusticia que lo que es justo. Es muy sorprendente que tengamos la capacidad de ver las injusticias y no la de ver lo que realmente es justo, porque para ver las injusticias solo es necesario el juicio de la razón, pero para ver lo que es justo hace falta trascender. Si una injusticia se combate con la justicia moral, la ley moral y peor aún los sentimientos y los instintos, tenemos un interés generado en la razón y no en el corazón. Solo el amor es justo.

Pero primero vayamos por el camino de la razón: podemos condenar un comportamiento moralmente, por ejemplo hace 60 años estar soltera y quedarse embarazada era un infierno que socialmente casi te obligaba a abandonar al niño (algunas mujeres no lo hicieron y vivieron años de desprecios, siendo juzgadas por una moral inmisericorde). Era razonable en esa época pensar que su comportamiento no era el correcto, hoy no. Ahí está el error, no transcender la ley moral y el juicio de la razón, porque igual es un mal comportamiento (no debemos juzgarlo), pero en el que juzga no hay perdón, ni arrepentimiento, no hay fe, no hay esperanza ni Amor. En consecuencia, por un mal comportamiento para la época, sin poder o no querer transcender, se convertían, muchos de ellos, en hijos abandonados siendo inocentes, frutos de un pecado moral. Nada imperdonable para el Amor de DIOS, imperdonable para la ley moral del acusador que está por encima del ser.

La otra cara de la moneda son las leyes morales liberales, de dudosa justicia y nacidas de la intransigencia de las propias leyes morales, la vuelta de la tortilla: si ese lado está quemado, este crudo, convirtiéndose en laxas para quien las comparte e intransigentes para el que está en contra. La misma moneda y la misma hipocresía. El derecho a decidir abortar, por ejemplo, es derecho y el derecho está por encima de todo: ¿“Derecho” es una palabra?, ¿una conquista sobre la injusticia?, ¿una ley?, ¿es justo? o ¿un simplismo? Si crees de verdad que un derecho no va acompañado de una responsabilidad es porque eres un necio o un fundamentalista. ¿El derecho es más importante que un ser? Este comportamiento también está vacío de transcendencia, perdón para el neonato, arrepentimiento, fe, esperanza y Amor. Perdonable para el Amor de DIOS. Imperdonable para la ideología que está por encima del ser.

No importan las épocas, ha sido y será la lucha permanente del ser humano desde la moral y su justicia. El hombre no tiene salida si no transciende, es básico tener fe, es una necesidad del Alma del hombre, de su búsqueda de libertad, de su autonomía y sobre todo de su salvación. Primeramente el hombre tiene que transcender para poder avanzar en su autonomía y libertad verdaderas, para ello se necesita la fe personal. Luego se necesita la fe mística (el encuentro con JESÚS resucitado), posible gracias a que JESÚS resucitado habita la conciencia y el Alma del hombre. Ahora no solo podemos pactar una salvación por la ley de DIOS, sino que podemos, desde el encuentro con JESÚS, transformarnos en hombres nuevos.

Las injusticias solo se pueden curar de verdad desde el AMOR. Primeramente el juicio de la razón pero seguido de la transcendencia del Amor, todo lo demás dejará cabos sueltos y llevará a un callejón sin salida. Ocurre lo mismo al educar a un hijo, el castigo “pedagógico” le enseña a controlar y analizar su comportamiento, esto desde el juicio de la razón sería lo correcto y justo, pero si nunca le perdonas, el hijo no sabrá jamás perdonar (hablo de perdonar, no de consentir, que es el otro lado de la moral; hablo de castigo pedagógico, no crueldad ni frustración). Las injusticias producto de la naturaleza, por ejemplo la pérdida de un hijo, las sentimos como la mayor de las injusticias, los sufrimientos también son grandes injusticias, todo esto escapa a la comprensión de la razón. Entendemos cómo sufrimos y la causa, pero no entendemos el sentido del sufrimiento. Desde la razón no tiene sentido, quizá solo lo tenga desde la transcendencia. Es curioso que el sufrimiento posibilita transcender (yo transcendí desde el sufrimiento, quizá no exista otra manera, y de ahí su sentido). Este sinsentido para la razón nos hace pedir, nos hace mirar fuera de nosotros mismos, nos hace ver que la capacidad del hombre no vale para el sufrimiento, necesitamos mucho más. Parece que en la conciencia está toda la esencia del hombre, también parece que está toda la esencia de DIOS. Cuando transciendes la realidad del hombre encuentras el sentido de todo. El Alma solo puede estar en la conciencia, Alma de hombre y revelación de DIOS, con la ley firme de la libertad del hombre para decidir. El hombre, sin trascender, solo con su conciencia humana no tiene salida, estará siempre en un círculo que se moverá entre el instinto, el razonamiento y la ley moral que influirá en su propio comportamiento. Cuando descubres que puedes transcender estas limitaciones, te das cuenta de que ya no es la razón del hombre lo que delimita la frontera de la conciencia.

En el nivel humano, la conciencia necesita límites “pedagógicos” y normas de comportamiento para acercarnos a lo que es justo, sin alcanzarlo. Es el juicio de la razón y su imperfecta moral. En un segundo nivel, en el que ya existe fe personal, los mandamientos actúan como un código de lo que es justo, por lo que sabemos por ejemplo que “Honrar a tu padre y a tu madre” es lo justo, pero no es ninguna imposición. En un siguiente nivel de transcendencia se alcanza la fe mística donde llegamos a lo verdaderamente justo, el AMOR. Cuando se alcanza la conciencia del encuentro con JESÚS resucitado no existe frontera porque el AMOR no tiene límite, el AMOR no es un límite es una dimensión en la que vives en verdadera libertad y eternidad.

Solo Dios sabe lo que es justo. La justicia de la ley de DIOS está ahí desde el principio de los tiempos por medio de sus profetas, su verdad, revelación y mandamientos, para que podamos verificar, contrastar y ejercer una decisión desde la propia libertad del hombre. El hombre no tiene salida si no transciende.

DIOS dice que no matarás no como una imposición sino como un mandamiento, por encima de la moral, donde comparar y verificar en la conciencia del hombre, trascendiendo los juicios de la razón. Es una ley que no nace de ni la da el hombre. DIOS dice NO MATARÁS, creo que no hay duda de lo que quiere decir, no hay moral, ni lugar para falsas interpretaciones, ninguna imposición, ni siquiera juzga, sigues siendo libre en tus decisiones. Sus mandamientos son pura pedagogía para que sepamos de verdad lo que es justo en nuestra verdad y nuestro juicio.

Como sigues siendo libre en lo que decidas y nuestra hipocresía no tiene límites, nos olvidamos de transcender los límites de la conciencia. Descartamos transcender cuando están enfrentadas la razón y la ofensa con mi prójimo, descartamos el perdón y el arrepentimiento, descartamos la esperanza, el Amor nos da igual. La razón, la emoción, los sentimientos están por encima de todo, aunque veamos constantemente y hayamos experimentado el AMOR, sabemos que es bueno, hermoso y liberador, pero dejamos paso al rencor, la arrogancia, el odio y la crueldad. Sabemos lo que es bueno y, sin embargo, elegimos libremente la mentira y lo malo. Qué hipócritas somos.

Ante esto DIOS sabe que nos perderá, y en un arrebato de AMOR transciende su realidad y llega a la realidad humana. Siendo inaccesible se hace accesible, se transfigura y se proyecta hacia la realidad del mundo sin dejar de ser DIOS. Es una parte de ÉL, es su amado hijo, que se hace hombre por la gracia del Espíritu Santo para habitar entre nosotros y, al morir, habitar en nuestras conciencias como JESÚS resucitado y siendo verdadero camino de salvación. Ya no es delimitar lo verdaderamente justo de lo que creemos que es, ahora es una salida de nuestra esclavitud del pecado y de nuestra esclavitud en la transcendencia, ahora sí hay salida, ya no solo es saber lo que es justo. Ahora es ser libre, libre de esa razón, de ese instinto, de esa moral, de esas emociones que eran mucho más importantes que mis hermanos, palabras como “derecho” más importante que hijo, mal comportamiento más importante que madre, idearios más importantes que la vida y la esperanza de las personas, odio más que Amor, ofensa más que perdón, deseo más importante y más real que la esperanza del AMOR.

JESÚS vive en cada uno de nosotros, solo hay que transcender la realidad del hombre y encontrar la realidad y la parte de la conciencia “del Alma” que habita DIOS, para eso hay que dejar de ser esclavo del pecado, iniciar una noche oscura del Alma en la que eliges en libertad el arrepentimiento, el perdón, la fe, la esperanza y el AMOR y luchar, sí, luchar con la ayuda de JESÚS contra el odio que al que has dejado habitar en ti, la arrogancia, la falsa esperanza y la razón que juzga y no da ninguna oportunidad. Salir de ahí con ÉL como guía como si fuera Moisés, llevándonos por el desierto del aprendizaje de su AMOR, en grupo, en Iglesia, haciéndonos renunciar a todo lo que quema y envenena dentro de nosotros y conseguir paso a paso nuestra propia autonomía y libertad gracias al AMOR de DIOS y su promesa de Salvación.

En este camino de salvación entre DIOS y el hombre es imprescindible la Iglesia, donde se guarda la fe, donde el Espíritu Santo le da vida y donde JESÚS resucitado, que es su corazón, habita en la conciencia del hombre. DIOS ha puesto todos los caminos para la salvación del hombre, el hombre “SOLO” tiene que poner la FE. Hay personas que no conocen ni conocieron a JESÚS, otros muchos que no conocen la ley de DIOS pero el AMOR lo conocen todos los que pisaron la tierra. Esta trinidad de la conciencia son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo que habitan las conciencias y el ALMA. El fondo de la conciencia es decidir entre pecado o AMOR, siendo totalmente RESPONSABLE de tus actos porque decidiste en libertad.

La fe es la salvación del hombre porque permite salir del callejón sin salida del juicio de la razón y permite transcender y saber lo que es justo y, además, gracias a Jesús resucitado, vivir desde el Amor y ser hombres nuevos. La fe es lo más importante que tienen todos los seres humanos. Es lo único que nace del hombre y que nos permite transcender y acercarnos a Dios. NO DEBEMOS PERDER LA FE.


DIOS es una realidad de AMOR, nos AMA, nos PERDONA y su AMOR, su ESPÍRITU y su HIJO habitan en nuestra conciencia.

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