El ser
humano es un ser contradictorio y sin límites
Vivir de las emociones, de la razón, de la
empatía o de la compasión es el mundo donde nos movemos. Sentir y razonar es
una buena conjunción. Siento empatía, entiendo al prójimo y produce en mí una
compasión irresistible por aliviar ese sufrimiento. Se cae una persona y
automáticamente vamos a ayudarle, si maltratan a una persona y sentimos miedo
difícilmente le ayudaremos, ¿y si fuera nuestro hijo? La empatía y la compasión,
¿están en la razón o en el corazón?
Son valores, sentimientos y razonamientos
que todo ser humano comparte o desearía compartir, pero eso no significa que
AMES al prójimo. Yo diría, como San Pablo, que reír con el que ríe y llorar con
el que llora es humanamente perfecto y un punto de partida.
Es como si tuviéramos varios ingredientes y
creemos que sabemos combinarlos para hacer una buena receta, pero podemos pasar,
desde la sensibilidad, la empatía y la compasión a la condena, la venganza y al
odio. Dentro de nosotros mismos no hay nada que pueda, de forma natural, parar
ese proceso. Cuando alguien sufre queremos ayudarle, pero si nos ofende, nos
llenamos de rencor y, a veces, queremos vengarnos. Es una prueba de lo libres
que somos para decidir. No tenemos límites interiores y los debemos buscar. Somos
emotivos, sentimos empatía y compasión por los que sufren y lloran, parece que
amamos al prójimo, pero en realidad no es así. Si ese prójimo nos hubiera hecho
algún mal, incluso algo tan banal como una discusión de tráfico, no sentiríamos
empatía y compasión por él y desde luego la sensibilidad habría desaparecido en
un océano de rencor.
Es como si los ingredientes valen en la
teoría, pero en la práctica les falta “algo” que haga que eso que parece bueno,
y lo es, no acabe en contradicción. Es decir, que enfrentarte a una injusticia no
genere otra injusticia. La ley y las normas de convivencia son imprescindibles
para el hombre de la razón y de la emoción, debemos convivir muchas personas
distintas y lo más sensato es vivir con normas para equilibrar comportamientos
individuales, y una ley que se haga obedecer para no pasar a la ley de la selva.
Existen leyes que delimitan al asesino, al que comete el crimen, esto es una verdad
y una protección social, pero lo injusto es que sean incapaces de delimitar la
respuesta de la propia ley, que más parece una venganza en determinadas
sociedades que justicia. Cuando el hombre cree que la ley no es obedecida, olvida
la frontera que no debe nunca traspasar y se convierte en obedecer a al poder
de la ley. Una sociedad es libre en la obediencia a la ley, no a la fuerza de
la ley. La ley debe ser límite y protección, nunca fuerza y poder, se
convertiría en castigo y venganza. Porque la ley también debe tener límite para
ser justa.
No se puede ser justo desde una teoría
variable de intereses, razones y justicias. El hombre pasa de sentir compasión
y empatía a odiar y condenar a quien la origina, en muchos casos con razón, en
otras sin ella, aunque nunca hay razón cuando tu justicia se convierte en
injusta. El hombre ha necesitado y necesita de una ética y unas leyes que
delimiten “algo” que dentro del ser humano es imposible de controlar, porque su
libertad de decidir no tiene límite, no venimos con un código que nos impida
traspasar un comportamiento concreto. El hombre puede hacer todo lo bueno y
todo lo malo. Vive en la contradicción entre lo que entiende como injusto y lo
que debe ser justo, creo que es el error de fondo del ser humano, tanto en un
mundo exclusivamente social, como en el mundo espiritual. Antes la moral social,
ponía límite a muchos comportamientos e instintos que duermen dentro de
nosotros. Se pasó de ver cómo debería ser un comportamiento correcto a imponerlo,
a controlar las emociones, los deseos, incluso lo que debías pensar y sentir. De
una moral social hecha para ser obedecida, hemos pasado a una contramoral que, denunciando
lo injusto del poder de la moral tradicional, se convierte en una moral
totalmente opuesta. La moral sobre el mal comportamiento es un límite necesario,
el problema es que a esa ética le apliques la fuerza y el poder de la ley moral
para ser obedecida, y ese límite necesario se convierte en una norma de
comportamiento.
Una contramoral inicialmente puede estar cargada
de razones porque lucha contra el poder y la fuerza de una moral establecida
por el hombre, pero si se estructura socialmente acaba cometiendo los mismos
errores que la anterior. Así, en la sociedad actual hemos adoptado una nueva
moral en la que todo vale, en la que la libertad de expresión es solo aparente.
Si digo que un comportamiento está mal, me tachan de ser un conservador; sin
embargo, es tal condenable el poder de la antigua moral como el de la nueva. La
contramoral se reafirma en que es verdad todo lo contrario a lo que la Iglesia predica
y a muchas experiencias personales, amparándose en un razonamiento que solo
analiza y juzga los errores, sin ninguna empatía ni compasión. Estos mismos son
los que denuncian que intereses y especulaciones provocan grandes injusticias,
y aun así cometen el mismo error. Es paradójico tener compasión por un animal,
incluso proteger su especie, pero ninguna compasión por un feto humano. Sentimos
dolor por los que sufren, pero falta de empatía por los que opinan distinto a
ti, siendo la equivocación o la diferente opinión del prójimo mi ofensa. El
hombre de la razón siempre será así. No hay salida, solo evolución. Es fácil
ser buena persona y tener una conciencia tranquila, pero es imposible ser justo.
El hombre de la razón olvida fácilmente que
aquello que es incluyente (su razonamiento, su análisis, su emoción, su
empatía, sus sensibilidades, deseos y sueños), cuando aplica su verdad y juzga,
se convierte en excluyente, haciendo de él una persona injusta. Esta es la
realidad del hombre, puede ver la injusticia siempre bajo el prisma de su
verdad, pero es incapaz de ser justo, jamás lo será desde la razón; también puede
ocurrir que esa verdad esté equivocada o simplemente manipulada. Querer vivir
desde la razón significa que puedes ser una persona coherente contigo misma,
incluso una buena persona, pero será imposible que sea justa. Lo único justo es
el AMOR, el AMOR y no la emoción.
Creo que el
hombre sin DIOS es un ser tibio que busca sus sueños, sus ideales, sus
emociones, también sus convicciones más profundas nacidas de lo que cree que es
injusto, sin poder alcanzar nunca lo justo; es decir, quiere un mundo mejor,
pero le resulta imposible tapar una gotera sin que aparezca otra. No puedo
creer que la luz que se ve con la fe no sirva para nada, cuando yo mismo soy un
ser incapaz de AMAR, de no sentirme solo, aunque esté rodeado de personas, de
conseguir metas y no sentirme vacío, de tenerlo todo y no saber vivir, de
evolucionar en contra de una mentira y convertir en mentira esa pequeña verdad.
Haremos sociedades ordenadas, limpias, con una justicia equilibrada, donde
nadie pase hambre, donde muramos tranquilos, donde los que nazcan sean sanos y
perfectos, podremos erradicar la mayoría de las enfermedades, seremos
imparables en la investigación y las nuevas tecnologías, incluso eliminaremos
el trabajo duro, lo harán máquinas, tendremos más tiempo para nosotros, para
nuestras familias, para divertirnos, para aprender, desterraremos del mundo las
injusticias, será un mundo perfecto donde será fácil vivir, ¿o no?
Todo esto
que parece perfecto necesita límites, como todo lo que crea el hombre, pero
estos límites estarán condicionados por su voluntad, su interés y el orden. Como
toda evolución humana, el razonamiento y el juicio se imponen a la esperanza y
al amor. ¿Los hijos perfectos no se convertirían en poderosos y arrogantes?, ¿cuánto
tardaría en que una muerte dulce se convirtiera en un suicidio dulce?, ¿qué
pasaría con los que no tuvieran la suficiente capacidad de seguir el ritmo
social? ¿Se convertiría en una sociedad individualista? ¿Y la soledad?, ¿la
necesidad?, ¿qué estaría bien?, ¿qué estaría mal? Si la justicia humana fuera
poderosa, incluso podría ser preventiva, ¿sería justa?, ¿o sería fuerte para
mantener el control? Siempre traspasaremos la línea roja, si no es por una
causa será por otra. Lo que es justo para algunos es injusto para otros. Jamás
seremos justos. Conseguiremos una sociedad perfecta donde el suicidio será la
peor de las enfermedades, quizá la única y la soledad nuestro infierno.
Necesitamos
una sociedad con el DIOS del AMOR. El hombre está solo y DIOS propone llevarlo
a un lugar donde jamás esté solo. Una sociedad donde el límite sea el AMOR, lo
único que conoce el hombre que es justo. Donde no se necesiten leyes para
convivir, donde el AMOR aleje la soledad y la tristeza, donde la verdad dé paso
al AMOR, donde el que AME sepa que no puede ser miserable, no porque está
prohibido, sino porque lo desea así. Ser incapaz de hacer mal al prójimo, ayudarnos
a levantarnos unos a otros, pero desde la igualdad del AMOR, donde el más débil
de la tierra sea el preferido por todos. Lo siento, perdonadme, pero no me he
puesto límite y he pasado del mundo al cielo sin darme cuenta.
Es
fundamental que el hombre crea en el DIOS del AMOR, si no es por lo que se
vislumbra desde el AMOR, que sea por lo que se vislumbra desde el hombre, que
siendo frágil se cree arrogante y poderoso. El hombre sin límite te lleva a la
muerte, el AMOR sin límite te lleva a DIOS.
La verdad y la relación
El mundo de
la fe es un mundo lleno de certezas y de incertidumbres, es una reacción al
AMOR, esa realidad que escapa a las emociones y al razonamiento. Es algo tan difícil
de entender y de premeditar, que siempre se nos escapa, incluso su concepto. Hablamos
de él por los efectos que produce, nunca por su conocimiento. Aristóteles,
Platón, Spinoza, Schopenhauer y tantos otros que trataron de definir el AMOR,
se encontraron con que se les escapaba de las manos. Pablo de Tarso y otros,
conscientes de la libertad del AMOR, solo trataron de elogiarlo, de
engrandecerlo, de darle el lugar que se merece, nunca de controlarlo, de
definirlo, de minimizarlo. El AMOR no tiene desequilibrios, ni adula, ni
traiciona, eso son emociones; no es concreto, aunque lo sea, lo vemos como algo
del hombre cuando ni sabemos ni entendemos donde está, ni qué es, ni de dónde
viene. Vemos los efectos, nunca lo vemos ni lo observamos hasta que se produce,
es libre y solo surge entre dos personas, o cuando piensas en alguien que
quieres, nunca es individual como las emociones y el razonamiento, la emoción
no es AMOR, el AMOR o su ausencia no hace llorar, no hace reír, que te emocione
es otra cosa. Las emociones esclavizan, la razón y el juicio de la razón
también; sin embargo, el AMOR te hace libre, nadie es más libre que cuando AMA
de verdad. El AMOR no se puede enjaular en la lógica de la razón.
Casi todos
hemos experimentado sus efectos, sus consecuencias y cómo desaparece cuando
simplemente discutes con tu ser querido, y la emoción y la razón se llenan de
rencor. ¿Quién lo puede comprar?, ¿quién dominar?, ¿quién puede encerrarlo en
su propio corazón?, ¿quién decirle lo que tiene que hacer?, ¿hacerle mentir?, ¿esconderlo
de los demás?, ¿hacerle discutir? El AMOR desaparece donde impera el pecado y
vuelve cuando nos arrepentimos y perdonamos. Somos esclavos de emociones, de
razonamientos, de juicios, y pecadores a causa de nuestras decisiones tomadas
en libertad. Si fuera del hombre, lo vestiríamos de emociones humanas y desde
esas emociones produciríamos amor, pero no es así. El Amor sí produce en
nosotros emociones y razonamientos, nunca las emociones y la razón producen
AMOR. No es del hombre ni siquiera del hombre de fe; sin embargo, a alguien
pertenece, de alguien nace, porque no es una ilusión, tampoco una casualidad,
es muy real. En el AMOR se puede ver su intención, su desarrollo y su sentido. ¿Podría
ser que nace de un ser de AMOR? ¿y que el hombre lo experimenta cuando es AMADO
o AMA? Es lo más sensato. Si yo tengo una intención, “recordar a mi madre,” un
desarrollo, “la relación que tuve”, y un sentido, “me quería y la quiero”, podría
ser un recuerdo emocional, pero mi madre murió y sigo recordando, sigo
sintiendo AMOR. Las emociones no permanecen porque el dolor desapareció hace
mucho y, sin embargo, su vínculo no desaparece, perdura.
La maldad
también es real porque tiene una intención, un desarrollo y un sentido. La
maldad sí puede ser individual, ¿será porque es del hombre? Yo creo que no, por
la sencilla razón de que el AMOR no podría AMARNOS ni nacer entre dos personas,
lo que sí es cierto es que el pecado nace en la decisión del ser humano
contraria al AMOR, cuando decide, nunca antes. Ni siquiera cuando decides es
maldad irreversible, es pecado que se convierte en Perdón cuando te
arrepientes. Dios da al hombre siempre una salida para que decidir sea en
libertad, incluso cuando se equivoca. Que la maldad aparezca tan
espontáneamente cuando decides contra el AMOR, es algo que viene de fuera del
hombre.
Si existe un
ser detrás del AMOR, también existe un ser detrás del mal. El mal siempre conduce
a alejarte de DIOS, el AMOR siempre conduce a DIOS. Que no es naturaleza humana
lo indica el hecho de que cuando uno elige la maldad, pero se arrepiente, su
situación espiritual y vital es reversible, su transformación interior es tan
poderosa que lo primero que descubre es la verdad y cómo le tenía esclavizado
esa mentira. El mal no campa por ahí como el humo negro que respiras y te
enferma, es algo muy concreto que acompaña y estimula tu deseo cada vez mayor
de esa búsqueda del mal, que te hace poderoso dentro de un submundo rancio y
decadente como el hombre en el que te conviertes. La maldad del hombre es progresiva,
nadie pasa del error a la muerte, es un camino, como también lo es el camino
del AMOR, siempre decidiendo. Si no decides, no caminas. El mal no tiene límite.
Si no le pones límite, siempre acaba en la muerte. Detrás del mal, yo no tengo
duda, existe un ser que odia al hombre y la obra del ser de DIOS, porque sabe
que él está condenado irreversiblemente, está condenado por el propio orden
establecido de forma natural por DIOS, en el cual donde hay maldad no hay AMOR,
donde hay AMOR no hay maldad.
En el mundo
del hombre el instinto primario tiene un límite y una puerta de salida que es
el razonamiento; al razonamiento y al juicio de la razón le pone límite la ley
de la convivencia; y a la ley, la verdad del hombre nacida de la experiencia. Al
hombre de fe le pone límite la ley de DIOS, una ley sin poder, solamente un
límite objetivo que da luz a su conciencia para poder decidir en libertad. Pero
cuando el hombre le da poder, la impone y se convierte en juicio y castigo. El
límite de la ley de Dios es la verdad de Jesucristo, una verdad que se enfrenta
no a la ley sino al poder que el hombre le da. La fe en la verdad de Jesús debe
tener un límite también para que el hombre no la adultere, porque incluso el
hombre con más fe en Jesús, lo negó tres veces, y lo hubiera negado muchas más.
Ese límite es la relación con Jesús resucitado, y de ahí conocer a DIOS, siendo
el AMOR el límite verdadero para saber qué es justo. Pedro no fue justo ni lo
entendió todo hasta que se encontró con Jesús resucitado, que lo transformó
totalmente. Esta es la única verdad que el hombre no puede adulterar.
Vivimos una
época en la que el límite de la fe todavía no es el AMOR. El límite de la fe
actual es la verdad de Jesús. Se cree en Jesús con todo el corazón, un Jesús
revelador, un Jesús que pone límites a una interpretación de la ley y la moral,
en la que el hombre convierte esa ley en poder contra el hombre. Jesús nos trae
la liberación de un pecado que es un círculo vicioso: todo lo bueno siempre lo
convertimos en poder absoluto y totalmente injusto, ya sea una idea, una moral,
una contramoral, una cultura, una contracultura, una injusticia, una
contrainjusticia. Todo será siempre así hasta que el AMOR viva en nosotros.
Pedro
convivió con Jesús y su verdad le llegó hasta su corazón, su gran fe entendió que
era el hijo de DIOS, pero fue incapaz de mantener la fe. La fe de Pedro se diluyó
en cuanto se encontró solo y asustado, no tenía suficiente fe para no
desmoronarse, ningún hombre la tiene, de ahí la importancia de la Iglesia: sus
dogmas y ritos logran mantener la fe en la verdad. Pedro tenía toda la fe en la
verdad, pero no es suficiente, la fe de la Iglesia mantiene la fe individual,
la fe como el AMOR están vivos y si no crecen se diluyen y desaparecen.
La fe de hoy
es una fe en la verdad de Jesucristo, una fe que es analizada, estudiada y explicada
hasta niveles de razonamiento muy elevados, pero es un arma de doble filo,
porque ese dominio de la verdad no va acompañado de lo que explica, de su
esencia, del AMOR. Por eso la fe es difícilmente aceptada por el hombre
moderno, más pragmático y escéptico, que interroga diciendo ¿Por qué no haces
lo que predicas? El hombre de fe puede ser creído, pero se pliega a la
contradicción. Hoy día muchos creyentes son preguntados, “casi acusados”, de si
creen en Dios y responden como Pedro, con miedo, con dudas, como una
contradicción entre sí creo, pero no lo conozco. A veces, creo a mí manera.
La
predicación no transforma, solo genera fe en la verdad. Y esta se diluye, se
relativiza o en caso contrario, se le da un poder que la convierte en verdad
humana, para ser obedecida. La empatía, la compasión, la sensibilidad, incluso
la lástima, el dolor y el lamento hacen llenar ese mundo que debería ser
llenado por el verdadero AMOR. ¿Cómo es posible que la ley de DIOS, una ley
para que sea límite de nuestra fe, de nuestra moral, de nuestro razonamiento,
se convierta en ley sin fe, en ley moral contaminada por un razonamiento
intransigente con el comportamiento del prójimo?
La ley que
Dios nos da es algo bueno para el hombre porque es un límite donde poder
ejercer el razonamiento sin traspasar la frontera de su propio equilibrio, un
límite individual y en sí mismo una libertad de autonomía; sin embargo, lo
convertimos en poder que debe ser obedecido, porque juzgamos en vez de AMAR, convirtiéndose
en una verdad única que produce una falta de autonomía total. Ante esto, la
respuesta del hombre de hoy es una contramoral permisiva, proselitista, sin
límites y carente de autonomía personal. No hay salida. Antes una mujer soltera
debía abandonar a su propio hijo por el poder y ley de esa moral. Hoy día una
persona puede indignarse por el maltrato y los derechos de un animal y a su vez
anular los derechos, la empatía y la compasión por un ser humano que nacería
por una lógica evolución natural. Decidimos y negamos el AMOR, y también
negamos la evolución natural, la naturaleza, la evolución del hombre, la
evolución dentro de la evolución. ¿Qué razón entiende esto, si no es una
justificación? Somos unos hipócritas sin corazón que buscamos en la injusticia
la verdad y en las emociones la tranquilidad.
Fe de relación
La verdad de
JESUCRISTO es la verdad revelada por DIOS, que no vino a anular la ley de DIOS,
sino a elevarla y superarla, y cuyo comportamiento dista del de un hombre. En
su verdad no hay poder de ley, ni está hecha para ser obedecida, solo aceptada
en el corazón, solo hay verdad. En su verdad no hay imposición, ni intención de
convencer, ni mucho menos intenta atraer con un discurso lleno de emociones. Su
verdad es profunda, remueve el corazón y está llena de AMOR, que es su
verdadero límite y su esencia para todo lo que hace y dice. Vive sumergido en
el AMOR, ¿pertenece al AMOR o el AMOR pertenece a ÉL? Son uno, están unidos. Jesús
AMA cuando quiere y quiere siempre. No es una contramoral nacida de la
injusticia del hombre para convertirla en aire fresco que se estanca y acaba
oliendo mal, la verdad de Jesús sigue oliendo a limpio, es igual de poderosa
que hace 2000 años. El AMOR y la verdad de Jesús es lo único que después de
tanto tiempo no cambia ni evoluciona ni se pierde. Jesús se acerca a la
adúltera y a nosotros sin imponer otra moral que deba ser obedecida, se acerca con
AMOR y creyendo en nosotros, entra en Jerusalén sin poder, con humildad, rechazando
la gloria humana, desmiente que se pueda llegar a DIOS por las obras, solo por
la fe y a través de ÉL. ÉL es el camino y la vida porque dice la verdad y es
quien dice que es. Su verdad no es variable ni el tiempo la convierte en algo
del pasado, sigue siendo innovadora, actual y ni el tiempo ni el hombre han
conseguido debilitarla.
Nadie ha
explicado con más realismo qué hay después de la muerte, no es una explicación de
la imaginación, no es una improvisación y no es una fantasía de la razón. Solo
el que conoce puede hablar así. Es el único que explica con claridad la
intención, la relación y el sentido de DIOS para con el hombre. Nadie que no
conozca a DIOS podría hablar de ÉL con ese conocimiento y relación, esto no se
puede inventar, ningún hombre podría hablar de la verdad y del AMOR y ser
humilde y coherente, ningún ser humano se entregaría en manos de la injusticia,
ni mucho menos ser juzgado por ella sin defenderse, pudiendo librarse de su
destino cometiendo un pequeñísimo acto de negación, que todo ser humano habría
hecho. La puerta de su libertad era muy grande, solo tenía que dar un paso
atrás y negar su verdad, la puerta de su muerte era pequeña, pero se hizo enorme
porque no quiso mentir y murió en manos de una ley moral que adulteró el hombre
para ser obedecida, dejándola por encima del propio hombre. Jesús se enfrentó,
humanamente, no a la injusticia, sino al adulterio del hombre contra la verdad,
y en el mundo intangible de DIOS, para ser intermediario verdadero y definitivo
entre DIOS y el hombre. Humanamente fue un liberador del hombre del
razonamiento, pero también fue un liberador de la esclavitud del pecado.
La fe que
cree en la verdad de Jesús, es una fe verdadera, pero a la que le falta conocer
la segunda parte de lo que trajo Jesús al mundo, esa parte en la que el hombre se
encuentra con el Resucitado para poder vivir de su AMOR como límite y como solución
tanto a la tendencia humana para esclavizarse de su razonamiento y de sus
emociones, como a la propia esclavitud del pecado nacido de las decisiones libres
del hombre.
Démonos
cuenta de que en la fe de la verdad no existe relación, existe verdad, pero
insuficiente para tener, como humanos, unos límites de nuestro propio
razonamiento y emociones, y disfrutar como hijos de DIOS de la liberación del
pecado que produce la relación con JESÚS. Podremos ser buenos cristianos, pero
no podremos AMAR, nos faltará esa relación con JESÚS resucitado, que es la
segunda parte de su revelación al mundo, y por la cual murió y venció a la
muerte. La fe personal en su verdad es una buena fe, pero falta AMAR y que DIOS
pueda confiar en nosotros. Solo con la verdad de la fe y sin relación, seguimos
estando solos, vivimos de nuestras emociones, deseos, estímulos y tratamos de
huir del dolor, de la soledad, incluso de la muerte. El hombre que crea en la
verdad, pero huya de la muerte o del dolor, también negará a Jesús tres veces.
El hombre de
fe se transforma en un primer momento cuando acepta en su corazón la verdad de
JESÚS. Es una primera transformación por la que pasan muchas personas que
abrazan esa verdad y que transforma desde muy dentro, naciendo así un hombre
con luz, con camino, un hombre renovado. Sin embargo, no cambia el corazón de
piedra, seguimos siendo dudosos, todavía no se puede confiar totalmente en
nosotros. La segunda y más profunda transformación es el encuentro con JESÚS
resucitado. A esta transformación se llega por dos formas, una en la que el
Espíritu de la verdad abre los ojos más radicalmente, y la otra por las infinitas
vías personales de crecimiento espiritual. Pero a partir de aquí solo hay un
único camino, el más difícil, porque como dice el joven rico, cumplo con la ley
de DIOS, soy bueno, generoso, virtuoso y todo lo que un hombre puede ser desde
la verdad. Jesús le dice que dé todo y lo siga: no se trata de ser altruista,
desprendido o desinteresado, eso sería fácil para alguien que tenga fe en la
verdad de Jesucristo, incluso en una verdad humana. De lo que de verdad hay que
desprenderse es de la esclavitud del pecado, es decir, del mundo, pero viviendo
en el mundo, de todo lo que te esclaviza y no te deja encontrarte con ese ser
de AMOR, de vivir de los estímulos, de las emociones, de las obras buenas y
justas, del razonamiento como guía y único vínculo con la realidad y sobre todo
del juicio de la razón. Buscar a DIOS individualmente como si te perteneciera
solo a ti es no entender la verdad de JESÚS. El AMOR solo aparece entre dos
personas que tienen relación. A Jesús no se le puede mantener debajo de tu
cama, es un ser que se hace presencia donde dos o más se reúnen en su nombre.
Puedes creer con todo tu corazón en JESÚS y ser incapaz de AMAR, incluso creer
en su verdad, pero cuando tiemble tu fe lo negarás. ¿Cómo se entiende esto?, ¿no
ocurre tanto dentro como fuera de la Iglesia? Para mí es la prueba y la clave
de que nos falta, como a Pedro, encontrarnos con JESÚS resucitado y ser capaces,
desde su relación, de vivir en la verdad y el AMOR.
Hoy día
parece que no necesitamos avanzar en una fe de relación con Jesús. Podemos
encontrarnos muy cómodos en la fe de la verdad y no necesitar nada más.
Creyendo que esto es suficiente hasta encontrarnos en presencia de Dios, que
nos transformará automáticamente y nos acogerá, cuando lo que dijo Jesús fue:
“Yo soy el camino, la Verdad y la Vida. Nadie puede llegar hasta el Padre sino
por mí” (Jn 14, 6). Si nos quedamos solo en la verdad, no dejaremos de ser
esclavos del pecado y, por consiguiente, no nos encontraremos con JESÚS
resucitado. Creo que esto es muy peligroso en el momento presente, donde la fe
es tan cómoda y está tan relativizada que basta con creer a tu manera, sin
darnos cuenta de que la verdadera fe transciende más allá de uno mismo, es una
respuesta del hombre al AMOR de Dios y, sin embargo, la convertimos en un
instrumento a nuestra medida.
Últimamente
se habla mucho de la crisis de la fe, de las vocaciones, etc. y se trata de
buscar la causa sociológica, espiritual, filosófica, incluso la de una
contramoral que pone en duda todo lo establecido, lo que genera más dudas.
¿Acaso la respuesta no será más sencilla?, ¿no será una consecuencia de la fe
sin AMOR? En otras épocas hubo peores situaciones y las vocaciones se
multiplicaban. Sin saber qué pasa ni qué pasará, pero teniendo una gran fe en
el Espíritu Santo, siento que sabe muy bien lo que hace. La pregunta no es por
qué surgen cada vez menos vocaciones sino por qué el Espíritu Santo no quiere
que haya en este momento. ¿Es una época diferente a otras? ¿Va a ocurrir algo
que cambie la Iglesia? ¿Es el tiempo de una Iglesia activa, sin renunciar al
sacerdocio, pero integrando otras realidades de los cristianos como predijo el
Concilio Vaticano II, como predijeron grandes teólogos, que el cristiano sin
relación no sería cristiano? Todo esto no es casualidad ni el final de nada,
Dios tiene un plan. Podría ser el principio de algo nuevo, pero a la vez
consecuencia del desarrollo en el tiempo de la verdad de Jesús. El Espíritu
Santo hace la obra de Dios en la tierra desde una Iglesia que purifica al
hombre con la relación de Jesús para así poder cimentarse mejor en el mundo
hasta el fin de los tiempos.
Deslumbra
más la compasión y las ganas de ayudar y hacer justicia que el AMOR. No se
puede negar la fe en la verdad, pero la relación con Jesús es un camino que une
todos los caminos personales de la verdad, todas las sensibilidades de la fe
cristiana y la posibilidad de entendimiento y de un ecumenismo real. Lo primero
es relacionarse con Jesús, no solo rezarle y mantener la fe siguiendo los ritos
de la Iglesia. Asimismo, aquellos que están ocultos, incluso sin ellos saberlo,
los que en vez de fe en la verdad tienen intereses humanos, estímulos
instintivos o proyecciones de verdades personales, quedarán al descubierto. La
fe mística es un ejercicio de purificación de la verdad y camino de relación.
Hay que cambiar
la verdad de la que nos apropiamos, por una verdad que viva del AMOR y no pueda
ser adulterada. Hoy día la Iglesia es pasiva porque activa es cuando Jesús
resucitado sale en busca y es recibido por los hijos de Dios que vienen por el
sendero que conduce a casa. La Iglesia no es activa porque se llene de
actividad su ordenada estructura humana. Aunque se hagan grandes obras humanas,
las obras que verdaderamente sirven serán siempre las del Espíritu Santo. Lo
más grande que puede hacer la Iglesia es ser intermediaria entre su corazón
activo y la fe del hombre, y todo lo humano se dará por añadidura. Y las obras
dejarán de ser intención, desarrollo y sentido, como algo bueno humanamente, y
serán revelación, verdad y amor, como la verdad de Jesús.
Desde el
principio DIOS es revelado. Primero fue su palabra, cuando no fue suficiente,
sus mandamientos; cuando tampoco fue suficiente, vino JESÚS con la verdad de
DIOS; pero hasta que no encontremos el AMOR, el hombre no tendrá límite ni paz
y transformará todo lo que es de DIOS y todo lo que es del hombre en suyo. Es
necesaria una fe de relación que traiga luz y un límite, esta vez para siempre,
para que la verdad de Jesucristo y la ley de DIOS vuelvan a ser libres, libres
del hombre, del hombre que no tiene el AMOR como límite, que impide que se convierta
lo bueno en malo, lo justo en injusto y la fe verdadera en fe sin AMOR. Si no
tienes AMOR, no tienes nada.
Si en
momentos difíciles suplicamos a DIOS que nos ayude, en días felices le damos
gracias: esa es nuestra relación con ÉL. Hace falta darse cuenta de que DIOS no
solo quiere reír con quien ríe ni llorar con el que llora, quiere ser un padre,
vivir siempre juntos, un Padre que viva dentro de ti en forma de relación de
AMOR para hacerte libre de tu propia esclavitud, de la incapacidad de AMAR, para
que estés siempre a su lado, para acariciarte cuando te duermas, para
despertarte con un día claro, para curar tus graves heridas, para enseñarte
nuevamente a andar, para escucharte y sentir cómo entiende todo, que pienses en
ÉL y lo sientas, que te enseñe la verdadera justicia y la verdad de DIOS desde
el límite del AMOR, el único límite para el corazón del hombre, que nos abrace
constantemente y nos haga llorar, llorar de AMOR, y veamos su grandeza
inimaginable de AMOR, su Reino donde no existe el mal, donde ninguno de los que
habitan ese Reino te ofendería, ninguno te abandonaría, ninguno iría delante de
ti, siempre a tu lado, acariciando tu mano, amándote, integrando una razón en
el propio AMOR, haciendo que la conciencia sea real en esa dimensión, apartada
de las emociones, de los juicios y de los instintos, dedicarse exclusivamente a
un razonamiento sublime del AMOR de DIOS, integrándote en ÉL, eres individual,
pero perteneces a ÉL, el vínculo es indestructible, el AMOR no va y viene, es
constante, vives en ÉL.
La fe de
relación con JESÚS resucitado es también individual, porque cada alma es
diferente y única, pero tanto su esencia como su peregrinaje, y sobre todo su
conservación, es de dos o más. Grupal porque no hay corazón individual que
pueda recibir a Jesús resucitado, salvo el que “se cae del caballo”, y esto
solo ocurre para algo muy concreto. En cambio, la fe mística es para todos. Peregrinar
en busca de la relación solo, si entendemos la naturaleza del hombre, es
imposible, porque la persona caerá en una mentira y será duro salir de ella. En
cambio, en grupo, cuando uno cae, los demás, gracias al espíritu del grupo, le
hacen tomar conciencia de su mentira, aunque siempre tienes la libertad de
volver a Egipto o de seguir al pueblo, depende de ti. Salir de Egipto es la
segunda transformación del hombre de fe en la verdad de Jesucristo. Todo el
camino, pero sobre todo el principio, es una noche oscura que hará tambalear
tus más profundas convicciones, darte cuenta de que no AMAS, que las obras no
sirven sin AMOR, que no tenemos límite para la ofensa, que no somos buenos, que
el pecado no está condicionado sino que decidimos abrazarlo, que junto con mi
pecado y su esclavitud no puedo buscar a DIOS, que el juicio de la razón
condiciona todo, que hablamos del Amor y no lo entendemos, y sobre todo hará ver
la oscuridad de tu propio corazón, que está solo porque está distante de DIOS y
de su AMOR.
Es un
caminar por el desierto que va llenándote de certezas, exento de emociones que
embriagan de ilusión y sueños. Es un camino que no se ve ni se puede proyectar,
sino que se va revelando. Esto produce incertidumbre y desasosiego, solamente
calmado por un fondo de certeza, que produce confianza y es la única vía de
unión que existe entre los miembros del grupo y un Jesús resucitado. A este
Jesús no se le siente emocionalmente, sino que se percibe en una baja
intensidad conforme vamos dejando de ser esclavos del pecado para que Él se
vaya revelando. No se puede razonar antes de que pase, ni juzgar antes de
sentir, debe haber humildad de corazón, es necesario creer en la verdad de
Jesucristo, pero nadie debe saber qué hacer, no vale el experto en la verdad de
Jesús, no vale analizar una realidad que no comprendes, no vale si no crees en
la verdad de Jesucristo, no vale si no crees que donde dos o más se reúnen en
su nombre ahí estará Jesús, no vale el que justifique su pecado, no vale el
teórico análisis de la verdad, no se trata de ser más inteligentes, no vale
solo la razón, no vale solo sentir y, sobre todo, debemos apartarnos de los
caminos que creemos que lo son. El verdadero camino ningún hombre lo sabe, se
muestra después de que lo sientas y después de que lo entiendas, está oculto
para el hombre, se revela cuando empieza a brotar el amor, nunca antes. En un
grupo de FE MÍSTICA es imposible que todos caigan a la vez en la misma mentira,
y esto hace que sea más fácil seguir caminando.
Noche oscura,
lo debemos tener presente. No es una dinámica de grupo, todo es revelado, nada
improvisado, nada ordenado, nada que sirva de guion, qué difícil para la razón,
pero no para la fe. Debemos sentarnos y comenzar a hablar de Jesús y de su
verdad sin ponerla en duda, y desde esa verdad que ponemos sobre la mesa,
adentrarnos en nuestro profundo corazón para también poner al descubierto
nuestro pecado. No el hecho concreto, no hace falta decirlo, es solo tuyo. El
pecado se descubrirá ante la luz. Un Jesús resucitado que no se hace visible
todavía irá encajando todo lo demás. Si no te enfrentas a tu pecado, volverás a
“Egipto”, a su esclavitud. La fe mística es enfrentarte a tu pecado, al que
JESÚS pondrá de rodillas para dejarnos salir de nuestra esclavitud. No es un
camino mágico, es real como real es nuestro pecado, no existen los buenos y los
malos, solo la verdad y la mentira. ¿Cómo es posible que no queramos ser
liberados de la ofensa que nos corroe, de la arrogancia que nos abrasa o del
propio juicio de la razón que transforma la verdad en ley?
La Iglesia
nació por el Espíritu Santo para preservar la verdad de Jesús. No puede ser de
otra manera cuando vemos que ni siquiera Pedro fue capaz de mantener su fe. El
amor de Dios está en la Iglesia a través de Jesús resucitado, que es su
corazón. Los que transforman el corazón de piedra por uno de carne encuentran a
Jesús resucitado en la Iglesia, que no solo alberga la verdad. La Iglesia es
también una estructura creada con un orden humano lógico para organizar la
convivencia, pero igualmente divino para proteger esa verdad que en otro caso
se nos escaparía de las manos y adulteraríamos. La Iglesia discierne la verdad
de la mentira, tratando siempre de tener límite con la verdad de Jesucristo. El
Espíritu Santo siempre la ha protegido y también lo hará ahora. Nadie que se
encuentra con Jesús resucitado se aleja de la Iglesia y el que no estaba se une
a ella. Esto no es por su estructura humana sino por su corazón. No es un sueño
emocional, es real. Jesús está vivo en la Iglesia y, cuando dejas de ser
esclavo de tu pecado, sale a buscarte y te encuentra, ahora sí, con corazón
para acogerle. Esto es una experiencia muy personal, pero a la vez profundamente
fraternal.
Creo que lo
que viene en la Iglesia es una transformación, donde la Iglesia que custodia la
verdad de DIOS y la fe del hombre, pase a ser un Iglesia que ame, que pueda
salir hacia los demás, hacia quienes vienen por el camino y darles el verdadero
AMOR que tiene en su corazón. Para eso debe reactivarse, con el fin de que las
personas con fe en la verdad de Jesús vayan caminando y encontrando a Jesús
resucitado. Este camino de transformación del hombre tiene que ser protegido
por la Iglesia, convirtiéndose en activa y, sobre todo, intermediaria. El
Espíritu actualiza la misión intermediadora de la Iglesia, que no sustituirá
nada, sino que lo integrará todo.
Todo debe
ser obra del Espíritu Santo. La Iglesia no debe ser imaginada ni transformada
por el hombre. Una vez que la búsqueda de la “fe mística” sea una realidad dentro
de la Iglesia, será activa y todo será purificado: el que se esconde de la luz,
las ideologías y contramorales, y los que creen poseer la verdad de DIOS. El
hombre de fe, en cambio, se encontrará con Jesús resucitado por el poder del
Espíritu Santo y el AMOR de DIOS, que habitan en el corazón de la Iglesia. Y si
los transformados son atraídos por su corazón, es porque es posible acercar el
corazón del Resucitado al hombre de fe.
La Iglesia
activa no es ni más ni menos que hacer de intermediaria entre su profundo
corazón y el hombre de fe que debe desprenderse de su esclavitud. María, Madre
de Jesús, es la mediadora entre el hombre y la fe, entre la verdad de Jesús y
el hombre, y también entre el hombre que cree en la verdad de Jesús y Jesús
resucitado. Cualquier ser humano, si siente empatía y compasión, es capaz de
ayudar a los demás, de ser caritativo o humanitario, pero ser intermediario
entre el prójimo y Jesús resucitado solo es posible cambiando un corazón de
piedra por otro de carne. Sin esta transformación no se puede acceder al Reino
de DIOS. La primera transformación se basa en la fe de la verdad de Jesucristo y
se llega por muchos caminos que siempre son individuales. Hay que creer dentro
de tu corazón, pero la segunda transformación solo tiene un camino y es en un
grupo de hermanos, no desde ti sino desde la absoluta humildad (qué difícil no
hacer nada y dejar que haga Jesús: “déjalo todo y sígueme”).
La Iglesia
católica siempre ha sido intermediaria entre Dios y el hombre. Cuando la fe se
basa en la verdad de Jesucristo es guardiana y predica la verdad de Jesús, y
custodia y eleva la fe del hombre a través de sacramentos como el bautismo, la
confirmación, la confesión y, sobre todo, la Eucaristía, pero no deja de ser
una mediación pasiva, ya que Jesús no puede ejercer todavía de único mediador,
aunque lo sea, necesita de los sacramentos para estar en contacto con el hombre
de fe. Cuando el hombre de fe se enfrente a su pecado y salga de “Egipto”,
dejando de ser esclavo del pecado, Jesús resucitado se encontrará con él y su
mediación será activa, directa, trasformadora y el hombre conocerá a Dios. La
culminación de la Iglesia será cuando medie activamente entre el hombre con su
fe, y Jesús resucitado y Dios, convirtiéndose en guardiana y protectora de esa
relación. No significa que una Iglesia activa sustituya a otra pasiva, sino que
son un camino común dentro de la Iglesia, quizá la unificación de los
diferentes caminos, quizá la purificación del hombre de fe, quizá también de la
propia Iglesia humana, quizá llenando de LUZ, como siempre ha hecho el Espíritu
Santo, la historia de la fe. La Iglesia activa “solo” es la continuación del
camino, un camino que hoy día, aunque parece estar detenido o culminado, yo no
creo que sea así, por la sencilla razón de que todo está incompleto. Creo en
Jesús resucitado, pero no tengo relación con Él, no amamos a DIOS por encima de
todas las cosas, no Amamos al prójimo como a nosotros mismos, Jesús no es el
camino y la vida dentro de nuestro corazón, no Amamos a DIOS con todo nuestro
corazón, no sentimos la necesidad de unirnos a Él, de pertenecer a Él, nuestra
Alma no llora de Amor por Él, nuestro corazón no trata de buscarlo
desesperadamente y no está roto por no encontrarlo.
Es momento
de no hacer oídos sordos a la fe mística. Por un lado, el hombre con poca fe
necesita demostraciones de coherencia para creer en la verdad de Jesús y, por
otro, los que creen en él, o bien se alejan incapaces de mantener la fe, o bien
creen que la fe mística es algo que choca con su propia fe personal, provocando
en ellos un rechazo. Si la fe es una respuesta al AMOR de DIOS y no es
correspondido con AMOR, ¿en que se convertirá? El hombre convirtió la ley de
DIOS en ley para ser obedecida. Asimismo, la verdad de Jesús tiene vida y debe
tener desarrollo para que no se pierda y acabe relativizándose. Hay que
desenmascarar al pecado, enfrentarte a él, salir de “Egipto” y emprender un
camino por el desierto de la fe junto con Jesús hasta que dejemos de ser
esclavos del pecado y nos encontremos con nuestro PADRE. Con el Espíritu Santo
dando aliento de vida a este camino y la Iglesia protectora, hasta el final de
los tiempos.
La muerte,
límite de la razón y luz de la fe
La muerte es
la muralla infranqueable de la razón, más allá de ella no hay nada que pueda
ser observado racionalmente. La consecuencia de observar la muerte en un
razonamiento sin fe es la negación, porque si no, te introduces en un mundo que
te supera y causa terror, un temor nacido por la incapacidad de analizarla y
entenderla. Observar la muerte en tu propio espejo es un buen medidor de tu
razonamiento, de la fragilidad, desesperación, pánico, terror y desasosiego que
produce, pero también si esta realidad sin esperanza la enfrentas con fe, su
poder ya no es invencible, insalvable, sino que nace la esperanza y la
confianza.
El análisis
de la muerte es el mejor examen para el hombre. Si el hombre no tiene fe su
temor será invencible; si reacciona al AMOR con una mínima fe, tendrá esperanza;
si tu fe se basa en la verdad de Jesucristo, tendrás confianza; y si tienes
relación con Jesús resucitado, será certeza. La fe ni debe ser apartada del
hombre ni siquiera ser retenida, la esencia del hombre debe ser bañada por una
fe que en su despertar busque fuera de sí mismo, en su madurez encuentre la
verdad y, cuando encuentre a su Señor, se una a ÉL. La muerte es solo la
división de dos mundos, uno humano que percibe el AMOR, y cuando se cree en ÉL,
nace la fe, y otro donde se vive del AMOR, el poder absoluto de la realidad,
donde el hombre nuevo se integrará. Para eso tiene que morir la esclavitud del
pecado, restaurando el vínculo natural con Dios, con el cual fuimos creados, para
que podamos nacer de nuevo y vivir del AMOR. Al otro lado de la muerte seguirá
el mismo camino de liberación del pecado, una liberación que se basará en la
libre decisión hasta encontrarnos con Jesús resucitado, que será cuando veremos
con más claridad, sabremos lo que de verdad importa, no necesitaremos ni leyes
ni límites, nunca estaremos solos, el dolor ya no tendrá sentido, dolor para dejar
de ser niños, dolor para dejar de ser jóvenes, dolor para dejar de ser viejos, dolor
para que no nos perdamos, dolor para que no nos destruyamos, un dolor que no
hay que controlar, sino crecer desde él, y dejaremos en brazos de la muerte la
soledad, el miedo, la humillación, el desprecio, la ofensa, el rencor, la arrogancia
y nuestras cadenas. Desde la fe, la muerte es luz en una oscuridad del
razonamiento y de las emociones. Creer en algo más allá de la muerte, desde el
razonamiento, solo sería una ilusión que desaparecería ante la realidad de la
muerte. La fe es lo único que no muere ante esta realidad.
Con fe la
muerte no es tan terrible, tan invencible ni tan oscura. El hombre sin fe no
tiene salida, solo debe mirar un momento a la muerte para darse cuenta. El
hombre con fe debe cuidarla hasta que la fe encuentre al AMOR y el hombre a
DIOS. Fuera de DIOS solo existe la muerte eterna, lo sé muy bien porque donde
no está la luz está la oscuridad, donde no está la esperanza está la
desesperación, donde no hay paz hay angustia y donde no está DIOS está la
soledad más absoluta. Lo sentí estando vivo y por nada del mundo quiero
volverlo a sentir.
Dios nos
salva por nuestra fe. Hasta que no nace el hombre nuevo nadie puede entrar en
su Reino, solamente cuando podamos pasar por ese puente entre los dos mundos
que Jesús construyó venciendo a la muerte, podremos integrarnos en su corazón, volviendo
a Dios, quien nos creó y nos dio libertad de decisión, poniéndonos a prueba
para que seamos dignos de su confianza. Nunca sabrás si un hijo te ama si no es
puesto a prueba.
La razón
está en un plano que puede ir de menos a más según la capacidad. La fe puede
nacer de un razonamiento, de un sentimiento o también de la mínima experiencia
del amor. El amor está en un plano al cual puede llegar cualquier razón y la
más pequeña de las emociones. Debemos darnos cuenta de que creer en el amor
siempre provoca fe. Cuando el amor lleva al más alto nivel de la fe a un hombre
por razonamiento o sentimiento, el siguiente paso es un amor más directo, como
solo lo puede dar Jesús resucitado, provocando una fe que traspasa el razonamiento,
siendo de mucha más intensidad y realidad. A partir de aquí solo existe un amor
que ya no provoca fe, sino que la abraza como un padre a su hijo.
El AMOR es
el corazón de DIOS. Nuestra razón pertenece a nuestra fe; la fe al AMOR y el
AMOR pertenece a DIOS; y el ser humano pertenece al PADRE.
SOLO LA FE
SALVA AL HOMBRE
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