viernes, 12 de abril de 2019

LA FE MÍSTICA, EL ENCUENTRO CON JESÚS RESUCITADO


El mundo evoluciona hacia sociedades cada vez más fuertes, protectoras y cada vez más “justas” socialmente, pero el pensamiento y la reflexión son cada vez más especulativos. No quiere decir que una evolución estructural de la sociedad no tenga consecuencias sobre el individuo, sobre la persona.


LA SOCIEDAD MODERNA: LA FE Y LA DICTADURA DEL PENSAMIENTO. EL RAZONAMIENTO TEÓRICO Y ESPECULATIVO

El mundo evoluciona hacia sociedades cada vez más fuertes, protectoras y cada vez más “justas” socialmente, pero el pensamiento y la reflexión son cada vez más especulativos. No quiere decir que una evolución estructural de la sociedad no tenga consecuencias sobre el individuo, sobre la persona. Cuanto más fuerte es una estructura social, siendo unas mejores que otras, más débil es el individuo. Si se trata de una estructura totalitaria, tanto laica como religiosa, la persona pierde su libertad en una falsa igualdad que provoca la ideología única, el pensamiento único. El individuo es dirigido por unas normas de obligado cumplimiento, provocando que todo lo demás esté prohibido, dando un poder absoluto a unas leyes que se aplican con dureza y desproporcionalidad sobre el que piensa y actúa de otra forma.

La estructura de una sociedad moderna parece más libre, pero en realidad está atada a una forma de proceder basada en la especulación tanto del conocimiento, como del poder. La feroz evolución tecnológica y la enorme información de nuestra época no es algo ordenado por un razonamiento de la lógica deductiva, de la experiencia y del discernimiento del conocimiento, sino algo integrado por una reflexión teórica, irreal, solamente inductiva y, por tanto, adaptable a cualquier pensamiento verdadero o falso. No es el totalitarismo de un hombre, de una ideología, de una religión, no es la dictadura de unos pocos sobre la mayoría, es la dictadura del pensamiento generalizado sobre los hombres. El pensamiento teórico y el absolutismo de las ideas se generalizan y reinan en las sociedades más modernas. El aborto me parece un claro ejemplo de esto, un razonamiento débil reflexivamente, teórico y especulativo que está imponiendo la dictadura de un pensamiento teórico, como es la decisión de elegir. Se elige una forma de vivir, dando la espalda a lo que toca vivir y sin importar las consecuencias. Provocando sobre un ser humano el absolutismo de la idea, el triunfo de la idea especulativa sobre la existencia, es lo contrario a la libertad, vivir es la primera libertad. Parece que el totalitarismo del hombre sobre los hombres lo tenemos claro, pero el absolutismo del pensamiento sobre los hombres está muy oculto. Si el razonamiento no está equilibrado con los instintos y por supuesto con el amor, tendremos nuevas formas de dictaduras del pensamiento que someterán al hombre a la misma esclavitud de siempre, la esclavitud del pecado.

Parece que el sujeto tiene muchos más derechos, más autonomía, capacidad de decisión incluso más libertad, pero el pleno desarrollo de la sociedad del conocimiento provoca una asimilación traumática, a veces sin entender el concepto mismo de las cosas, porque se basa simplemente en la apreciación, incluso la experiencia se deja a un lado. Tenemos todos o tendremos todos los mismos derechos, las mismas libertades civiles y la misma protección social, sin embargo, seremos cada vez más débiles individualmente frente a esos derechos y teorías, la estructura es más importante que el individuo. Las ideologías teóricas más especulativas necesitan de una aceptación importante para poder ponerlas en práctica y así asimilarlo como una verdad. Esta nueva estructura de sociedad tan idealista y tan teórica, ¿no se convertiría acaso en una dictadura del pensamiento?

Ha nacido una nueva moral que se autoproclama liberal pero que es teórica e intransigente con los que no piensan así. No integra, sino que separa y sobre todo provoca una violencia indirecta, no es disparar una pistola directamente, es adaptar leyes a una teoría especulativa y en muchos casos los efectos son la misma violencia (el aborto, la pena de muerte oficializada, teorías religiosas intransigentes, ideologías desintegradoras o políticas sociales excluyentes). Es un problema que afecta al razonamiento, pero sobre todo al más capaz, al que pierde los instintos y el amor, y se vuelca solamente en la razón. También se desarrolla una educación cada vez más exigente para estar al día por la velocidad de evolución de la ciencia y tecnología, donde las personas con más dificultad cognitiva (una dificultad fácilmente solucionable) tendrán cada vez más problemas para no descolgarse de la evolución social, que busca el adiestramiento de la persona antes que su autonomía, y donde la explicación y la comprensión inmediata son innegociables, son teorías especulativas que esclavizan al hombre. Las consecuencias las veremos en los próximos años.

Pretender que una estructura social igualitaria sea más justa, es idealista, teórico y poco real, es no entender que el hombre no pertenece a la sociedad, sino la sociedad al hombre. La ideología generalizada de una sociedad del conocimiento y el desarrollo brutal vulneran la individualidad del hombre y su libertad, porque no tiene ningún límite, convirtiendo los comportamientos en fotocopias de la propia ideología teórica. Incluso caemos en la trampa de exponer lo que los demás quieren oír antes que lo que verdaderamente sentimos interiormente: ganamos derechos, pero perdemos autonomía. Creo que siendo en sí una sociedad mucho más fuerte socialmente, el sujeto es mucho más débil. Si la sociedad es cada vez más fuerte, protectora y su ideología teórica se instala en la moral de la sociedad, no provocará personas más libres, sino personas cada vez más dependientes e incapaces de enfrentarse a los problemas y sobre todo esclavos de esas teorías inexactas. Si a esto añadimos que, en la era de la comunicación, la mentira, de tanto repetirla se convierte en verdad, deberíamos darnos cuenta de que no razonamos tanto como creemos.

No aceptamos la vida que nos toca vivir, tratamos de vivir la vida que podamos elegir y esto es una forma de vivir partiendo de un pensamiento teórico, con teorías subjetivas y aplicaciones contradictorias en la práctica, basado más en la percepción y no tanto en la experiencia y, por tanto, poco razonado. Interesa la utilidad inmediata, no descifrar la realidad. No necesita ver la realidad, le basta con imaginarla. Como ejemplo, un debate muy actual: si voy a tener un hijo con cualquier síndrome, teniendo medios para evitarlo (hoy día el 80% lo evita) el razonamiento que en realidad no pasa de ser un pensamiento teórico y subjetivo, afirma que no hacerlo es una vida de sufrimiento para los padres y para el propio hijo. Esto que puede ser un debate en la teoría pierde toda su fuerza en la práctica, es una aberración se mire por donde se mire, del sentido de la vida, de la experiencia de la vida, del pensamiento objetivo y del conocimiento. Solo los padres con fe, tanto en Dios como en la vida, aceptan de buen grado lo que la vida les depara. Parece que solo la fe no se deja convencer por estos teóricos y subjetivos argumentos.

No sabemos distinguir un sufrimiento objetivo y real de uno que es imaginado y proyectado. Parece que analizamos y en realidad solo buscamos una utilidad aplicando una teoría ideológica, elegimos sin saber qué nos deparará la vida, no afrontamos la vida y huimos de la realidad y esto es la mayor falta de autonomía que el hombre pueda tener. Es el más grave problema de la sociedad moderna. El pensamiento teórico reina en el hombre moderno, en muchos pensamientos políticos, en una amplia parte del pensamiento científico, incluso muchas veces en el pensamiento religioso y social, haciendo del verdadero conocimiento una falsa demostración de la teoría. A partir de la afirmación, “Dios no existe, la ciencia ofrece una explicación convincente”, llegamos a la conclusión de que “Dios no existe” porque la ciencia así lo demuestra. La realidad es que desde la teoría de “Dios no existe” simplemente aplicamos una reflexión de la apreciación que se convierte en especulación cuando afirmamos que la ciencia lo demuestra, cuando es indemostrable.

Cuando los instintos se apartan del razonamiento, la violencia directa se libera. Cuando el razonamiento se aparta de los instintos, la violencia indirecta nace y se desarrolla, teniendo más capacidad para ocultar su raíz. Una se desarrolla brutal, directa y la otra es más sutil, pero cuando se instala provoca la misma violencia. Un ejemplo del primero sería un enfrentamiento, una discusión. En el segundo caso, un ejemplo sería el aborto.

Las sociedades más modernas, con más derechos, protección y leyes para la persona, provocan sin embargo un fuerte desequilibrio en sus instintos, sobre todo de supervivencia. Las personas al estar protegidas olvidamos instintos básicos primarios y los instintos de supervivencia pasan a un segundo plano porque simplemente no los necesitamos tanto vitalmente. Estamos convirtiendo instintos de supervivencia básicos y de suma importancia en emociones adaptativas, no como los instintos que se adaptan al entorno, sino que se adaptan a la estructura de la sociedad y a su utilidad. Estamos construyendo una sociedad moderna del conocimiento compartido que se llenará de seguridad y derechos, y a la que es muy difícil darle la espalda por simple sentido común, conviertiéndola en dictaduras del pensamiento. Sin embargo, perdemos instintos de supervivencia que nos hacen adaptarnos en libertad, perdiendo así cada vez más autonomía. La sociedad es una evolución de derechos, protección y seguridad que todos deseamos, pero como todo lo del hombre tiene sus desequilibrios. Como siempre ha pasado en todas las sociedades, parece que estamos en una guerra entre instinto y razón, cuando los dos son necesarios en su justo equilibrio. La rápida evolución tecnológica y la enorme información que asumimos, provoca que el instinto primario no pueda adaptarse al entorno y el razonamiento sea desbordado, se pierde la objetividad y nacen las teorías e ideologías más subjetivas de adaptabilidad.

Antes una sociedad era insegura, con pocos derechos y protectora de unos pocos escogidos, pero los instintos básicos de supervivencia hacían que la vida fuera una lucha de supervivencia, muy dura, que provocaba superar multitud de obstáculos y que la gente se adaptara perfectamente a su entorno. Eran sociedades en las que los privilegiados vivían en un “acomodo” de los instintos básicos de supervivencia, donde la acumulación, la extravagancia y el placer eran sus consecuencias. Pero la gran mayoría vivía sin derechos ni protección, en una vida de total supervivencia, superación y muchas veces de una pobreza extrema, tratando de afrontar la vida que les tocaba vivir. Eran sociedades totalitarias, unos pocos subyugaban y sometían a la mayoría.

Hoy buscamos una sociedad del bienestar donde la mayoría sea “acomodada” y, como consecuencia, se pierde en muchos casos el sentido que da la supervivencia y la superación. Por otra parte, excluye a personas con un instinto de supervivencia al que le falta un razonamiento que es básico para la autonomía del hombre, sin ese equilibrio tampoco se acepta la vida que te toca vivir. Por eso vamos hacia una sociedad donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. La sexualidad humana cada vez será menos natural y más razonada, el placer se impone a la transmisión y sucesión natural. Seguirá aumentando el suicidio, la inestabilidad emocional, las depresiones, el maltrato entre niños, agresiones de pareja, hijos maltratadores, incluso homicidios dentro del núcleo familiar. El aborto se disparará tanto en los fetos con algún déficit como en los que no lo tengan, la eutanasia se convertirá en un suicidio asistido. Será una decisión y una división entre una forma de vivir y otra, parece libertad y sin embargo la decisión está condicionada por el pensamiento especulativo, incapaz de ser autónomo y razonar por sí mismo. La economía no será de supervivencia sino de acumulación y provocará desequilibrios y, por tanto, pobreza.

No podemos ser solidarios dando limosna, debemos vivir para los demás. ¿Qué sentido tiene acumular? Acumular es un grave error, puede parecer lógico, pero en realidad es un suicidio del sentido de la vida. La acumulación de bienes produce en un altísimo porcentaje, desavenencias y rupturas familiares, cayendo en una vida a veces paranoica y muchas veces defensiva sin poder fiarte de nadie, ni de tus propios hijos o sus cónyuges. Es un pensamiento especulativo y absurdo desear aún más, porque solo te convertirás en consumidor de placeres y esclavo de la tibieza y de la indiferencia.

El instinto de supervivencia provoca adaptación, esfuerzo ante la adversidad, habilidad, destreza natural, ingenio, sagacidad, y una gran dosis de pasión. Por su parte, el razonamiento bien aplicado trata de ser el límite del puro instinto, natural y desbordante, educando y equilibrando el comportamiento. Si el razonamiento no es un equilibrio del comportamiento de los instintos de supervivencia, pasa a ser el becerro de oro del pensamiento teórico, se convierte en razonamiento especulativo, subjetivo, sin equilibrio y sin nada que le ponga límite.

Vamos hacia una educación que busca capacidad intelectual, resultados y personas que no den problemas, olvidando que en el instinto está la individualidad, la creatividad, el aprendizaje de la vida y el equilibrio de la razón. Si olvidamos cómo se educa de verdad y nos centramos solamente en el razonamiento, anulando los instintos, dejándonos llevar por la vertiginosa evolución, nos encontraremos con más fracaso escolar, deseos de placer inmediato, adolescentes incomprendidos, adicciones, soledad y consumidores de formatos o sucedáneos de la supervivencia como actividades cada vez de más riesgo. Quizá también los trastornos mentales se disparen, fruto de una inadaptabilidad a esa evolución de la vida, depresiones y suicidios podrían ser una vía de escape para esa opresión del razonamiento. Quizá aparezcan cada vez más depredadores en todos los ámbitos, porque la debilidad de los individuos provoca facilidad para engañarlos, despreciarlos, humillarlos o simplemente verlos como presas fáciles. Si la educación se vuelca solamente en el análisis y comprensión intelectual de la razón, dejará a muchos por el camino. El razonamiento necesita del instinto de supervivencia para descubrir la verdad de la vida y su equilibrio. No podemos convertirnos en robots felices perfectamente adiestrados, necesitamos equilibrio entre nuestro instinto primario y el razonamiento. Tenemos que ser diferentes unos de otros y adaptarnos de verdad a este nuevo entorno.

Solo con instintos y sin razonamiento seremos animales sin control sobre el comportamiento; anulando los instintos de supervivencia, y solamente con el razonamiento, seremos cualquier cosa menos personas libres con verdadera autonomía. La fe es lo que equilibra el instinto y la razón. Instinto, razonamiento y fe hacen al hombre libre. Si perdemos el instinto de supervivencia, todo esfuerzo que no sea conseguir objetivos, no tendrá sentido. Maduraremos muy tarde. Sin un instinto primario de supervivencia, no tener problemas será la meta, el fin y el razonamiento correcto. Perderemos la pasión por la vida: no trabajaremos para vivir, viviremos para trabajar; acapararemos bienes, no para sobrevivir sino para tener, a causa de un razonamiento teórico y especulativo para controlar la incertidumbre de la supervivencia, siendo la realidad que ese deseo nunca tiene fin ni respuesta verdadera, y se queda vacío de sentido. Es como si estuviésemos separando y distanciando dos realidades que deben ir juntas: los instintos y la aplicación del razonamiento sobre el comportamiento para que sea verdaderamente equilibrado. En el mundo falta el amor que une y sobran ideologías y pensamientos que desunen.

Tener verdaderas experiencias vitales que te hagan madurar parece del pasado, de un pasado cruel. Tratamos de desterrar de nuestras vidas todo sufrimiento emocional, sin darnos cuenta de que las mentiras y los pensamientos teóricos son dulces emocionalmente, pero hacen sufrir toda una vida. Las verdades amargan, hacen sufrir un tiempo, pero son las que hacen madurar, dan autonomía personal y te hacen fuerte. No estoy hablando del sufrimiento cruel y sin sentido, que son hijos de la violencia directa de los instintos y de la violencia indirecta del razonamiento, sino de la dureza de las verdades que hace que seas mejor persona y más madura. Huir de las verdades nos hace cada vez más débiles, y a la vez entramos en un mundo donde a la especulación y a las mentiras se les deja entrar muy fácilmente porque no duelen, adulan, y en un mundo donde no queremos sufrir emocionalmente es la mayor de las tentaciones. Esfuerzo y recompensa van unidos a nuestra emotividad, y tiene sentido en nuestro razonamiento; pero esfuerzo sin recompensa es un sufrimiento difícil de aceptar si perdemos el instinto de supervivencia y no aceptamos lo que nos toca vivir, ya que no le encontraremos sentido. Esforzarse por alguien sin esperar algo a cambio requiere madurez y fortaleza; sin embargo, siendo débiles y menos maduros lo veremos como un sufrimiento sin sentido y la justificación se transformará en el único razonamiento y la única salida.

Olvidamos el instinto de supervivencia porque hoy día sobrevivir no es tan vital. Razonamos sin enfrentarnos a la supervivencia y cualquier sufrimiento es desterrado de nuestras vidas por ilógico. La debilidad nos propone huir de cualquier sufrimiento, de cualquier esfuerzo que no tenga recompensa, aunque paradójicamente la vida será cada día más y más dura porque cada vez seremos más y más débiles, y sobre todo rechazaremos la verdad porque para aceptar la verdad hay que ser fuerte. La humildad es fortaleza, el esfuerzo sin recompensa hace abrir los oídos al sordo y el sufrimiento de la verdad hace abrir los ojos del arrogante.

El instinto de supervivencia no se pierde, sino que lo olvidamos porque no es imprescindible. Evidentemente que el instinto de supervivencia en momentos extremos sale a la luz y muchas veces nos salva del peligro inminente como de la propia vida autodestructiva. Pero cada vez más actuamos ante el peligro, los sufrimientos, los contratiempos vitales o la propia muerte con un pánico desbordado e incontrolado. Antes quizá tendrían miedo, pero su instinto de supervivencia sería luchar hasta estar totalmente derrotado sin perder la esperanza, aceptando y afrontando la vida que toca vivir.

Hoy en día es como si ya estuvieses totalmente derrotado de antemano y sin capacidad para enfrentarte al peligro. No luchamos, solamente huimos. Antes las personas eran más duras, más supervivientes, pero ahora somos más débiles, más dependientes, más asustadizos, recelosos, mucho más limitados para las relaciones profundas y mucho más solitarios. Olvidarnos del instinto es perder parte de nosotros mismos, la parte donde habita lo natural del hombre. Los impulsos que nos hacen sobrevivir, la búsqueda de perdurar y el aprendizaje instintivo y adaptativo a los entornos y a las situaciones más difíciles. Lo que nos diferencia de una evolución natural y espontanea del resto de los animales y nos hace ser únicos es el regalo del razonamiento y la capacidad que este tiene para analizar y ser límite de los comportamientos instintivos que a su vez educa y corrige. En cambio, pretender que el razonamiento sea el verdadero motor del comportamiento sin ningún límite es un error de un razonamiento que juzga, condena y no es tan razonable.

Olvidar el instinto de supervivencia en la vida es perder la capacidad de entender el esfuerzo como una superación y un sentido, y entenderlo como un sufrimiento, salvo que dé frutos inmediatos. Si huimos del sufrimiento y no sabemos hacerle frente, nos convertiremos en personas cada vez más inmaduras, llenas de miedos que no aceptan lo que les toca vivir. Hoy día hablamos más lo que quieren oír los demás que de lo que verdaderamente sentimos profundamente. El razonamiento especulativo reina en el mundo. El pensamiento que excluye, las ideologías que dividen: vivimos en un mundo donde la razón se mezcla en el mismo concepto con la sinrazón, la objetividad con la arbitrariedad, la justicia con la injusticia, el acierto con el error y el derecho con el despotismo. ¿Es razonable defender a cualquier animal hasta posturas totalmente extremas y estar a favor del aborto? ¿Estar totalmente a favor de la pena de muerte y estar totalmente en contra del aborto? ¿Luchar contra las injusticias y caer en otras injusticias? ¿Cuestionar el comportamiento de los demás y ofendernos con una simple mirada?

La única forma de unir instinto y razonamiento es la fe. La verdad de Jesús también es difícil de aceptar porque cuando la haces tuya duele y revela cómo eres por dentro de verdad. Darte cuenta de que eres arrogante, de que te ofendes con una crítica, con un reproche, esto no es teoría, es vida. Las emociones enturbian el camino de la vida y vivimos de ellas. Otros, en cambio, aplican un razonamiento con la clara intención de apartar las emociones que les confunden. Hacer que el amor sea un vínculo inalterable con los que amas nos cuesta dolor, lágrimas, realismo y valor. Estas verdades no provocan un razonamiento especulativo porque son un equilibrio perfecto entre instintos, razonamiento del comportamiento y fe en esa verdad. Una fe que nace de tener oídos para oír y ojos para ver.

De igual forma la naturaleza con su belleza está ahí, ya ha sido creada, sólo puedes contemplarla y copiarla. Cuando descubres con ojos de fe y humildad quién es el que creó esa naturaleza, la vida, al hombre, el AMOR, cuando vas descubriendo esa realidad no puedes más que escuchar a esas personas que tuvieron la gran experiencia de conocer a Jesús, mejor dicho, sentir a Jesús, pero de una manera que no lleva a la duda, lleva a la certeza. Porque Jesús se hace real cuando el hombre se libera de la esclavitud del pecado y la niebla que no deja ver se convierte en luz. La primera esclavitud es no tener fe y la segunda es, teniendo fe, caer en contradicción como claramente dice Juan en el apocalipsis a las siete iglesias. Jesús inunda con un sentido de Amor muy personal el Alma sin quitarte libertad, es el descubrimiento de su persona y de su grandísimo Amor. Nada enturbia, nada pone en duda, nada oculta, simplemente se hace visible en ese lugar de conciencia que todo ser humano tenemos, donde guardamos nuestras verdades más profundas, donde también está el razonamiento abstracto que simboliza e intuye sin ver pero que sabe qué es lo que ha sido verdad o mentira en tu vida, donde guardamos las experiencias de Amor que nunca se olvidan, donde sigue viviendo esa persona que murió y que jamás dejarás de Amar y dónde están esos viejos sueños de Amor, que incitan a Amar y ser Amado.

Jesús se hace presencia, deja que lo veamos en ese lugar donde hace de puente entre el hombre y DIOS. Un lugar donde se desnuda ante nuestra conciencia y nuestra razón con la única intención de que lo conozcas y sepas sin ninguna duda cómo es Él por dentro y lo más importante y lo que más impacta es que sepas con claridad y realismo cuánto te AMA. Cuando sientes cómo te Ama, no puedes más que llorar porque su Amor quema y es desbordante por inesperado y maravilloso. Este lugar es donde los Santos y personas de DIOS se encuentran con Jesús, todos lo encuentran en el mismo lugar, no hay otro porque es real, no has perdido la razón, es siempre ahí y de la misma manera. Jesús es tan real que cuando se muestra altera la percepción de una realidad llena de incertidumbre, por otra llena de seguridad. Encontrarte con Jesús es convertirte en un virtuoso que interpreta su Amor como una música tocada con el Alma, ya está creada, todos los que se encuentran con Jesús interpretan la misma partitura, la misma dulce melodía, Jesús es su creador. No es arte es magnificencia, perfección, grandeza eterna, pero sobre todo enaltecimiento y adoración al PADRE, un PADRE que inundó el mundo de su AMOR para que el hombre, como los ríos, esquivaran dificultades, caídas, serpenteando por la vida pero siempre buscando desembocar en el mar de su AMOR.

Escuchar estas experiencias, su interpretación de una música magistral que llega a tu corazón como les llegó a ellos por el mismo camino que es la fe, infunde en el hombre esperanza y certeza. La misma fe que todo hombre que no especula con su vida, su razonamiento ni con su propia opinión, llegará a poseer. Todo parte de una revelación, de una creación, de una necesidad de ser Amado, y de querer Amar, del descubrimiento de las verdades de la vida, de la verdad de JESÚS y de los miles de testimonios y experiencias que hacen de la vida una realidad mucho más coherente y con sentido, una intención que está revelada perfectamente en esas experiencias y testimonios. La fe no es una actitud ante la vida, es una transformación que cambia la utilidad, la manipulación de tu propia vida, por la esperanza y esa fuerza hace que afrontes y aceptes tu vida, dejando de ser un sufrimiento y convirtiéndose en una verdadera aventura de vida. La fe es el antídoto para la sociedad moderna. Nunca la sociedad ha estado más necesitada de la fe que ahora.


LA FE MÍSTICA, EL ENCUENTRO CON JESÚS RESUCITADO

Sin fe no se puede creer en Dios, porque Dios se comunica con el hombre a través de la fe, no de la razón. Así permite la libre decisión del hombre y posteriormente la razón puede comprender a la fe; por eso, fe y razón son compatibles.

El inicio es observar el mundo, la vida y la muerte, hacerse las grandes preguntas y buscar el sentido de todo, sentirse pequeño ante la inmensidad de la creación y tratar de encontrar una explicación.

Podríamos hablar de tres procesos en la fe cristiana que transforman al hombre. Primero, creer en Dios y ver el sentido de la vida y la creación. Segundo, y la primera gran transformación del hombre de fe cristiana, es creer con todo tu corazón la verdad y mandamientos de Jesús, que da lugar al arrepentimiento y al perdón de tus pecados. La tercera, y la más transformadora, es desde esa verdad, enfrentarte a tu pecado y salir de su esclavitud relacionándote con Jesús resucitado.

La primera fe del hombre está llena del razonamiento de la lógica y también del razonamiento abstracto. La lógica se adapta, descubre el entorno y provoca una fe que trata de explicar ese mundo palpable que supera al hombre, su interpretación y su comprensión, su grandiosidad y su perfección, sus leyes naturales, su equilibrio y su perfecta simplicidad, su mundo molecular y su complejidad, todo ello en un equilibrio perfecto, donde la simplicidad no está reñida con la complejidad ni la grandiosidad con la mínima esencia.

El razonamiento abstracto nos lleva a plantearnos otro tipo de cuestiones relacionadas con lo que sentimos, lo que deseamos, lo que añoramos, incluso la búsqueda inconsciente del Amor, apartando a un lado el sujeto y buscando patrones o tendencias que lleven a una conclusión. Por ejemplo, se analizan los hechos y encontramos patrones, tanto de las equivocaciones como de los aciertos, que nos dicen por qué nos equivocamos o por qué es un hecho correcto. Sabemos también distinguir por medio del razonamiento abstracto que un mínimo hecho pone en duda o reafirma un conjunto global de comportamientos, pensamientos, sensaciones y certezas. Como en el caso de la empatía, que se desarrolla mediante la aplicación del razonamiento abstracto. Si existe un razonamiento que da forma a la fe de manera analítica y explicativa junto con la demostración de los conceptos, también existe un razonamiento abstracto que da forma a la esperanza y da respuesta a la fe. Por ejemplo, mi abuela, justo sabía leer y escribir. Estoy seguro que no comprendería una explicación de conceptos y pensamientos elevados, pero su razonamiento abstracto era extraordinario, aplicaba sus vivencias como un patrón que le indicaba claramente la verdad y la mentira, la realidad y su existencialismo en una conciencia llena de juicio y reflexión, no era un razonamiento que explicaba y demostraba, era un razonamiento que trasladaba la experiencia de la vida y de la realidad a su propia fe. Unos tienen más razonamiento analítico y otro más razonamiento abstracto, pero siempre la razón debe entender a la fe.

La certeza de la verdadera fe no es mágica o especulativa porque no se basa en posibilidades, sensaciones, emociones, deseos ni siquiera en una desbordante imaginación, se basa en hechos que ocurren o nos ocurren, que sentimos personalmente o indirectamente y, aplicándoles un patrón o viendo sus tendencias, llegamos a una realidad. La verdadera fe es muy correcta y real, basada tanto en un análisis de razonamiento lógico como en una certeza del razonamiento abstracto.

La fe es una primera liberación del propio razonamiento del hombre que en sí mismo pretende estructurar, organizar y ordenar todo, sin dar opción a que el razonamiento pueda estructurar y ordenar, y así no disponer ni controlar todo lo observable y demostrable. El razonamiento humano exento de “algo” fuera de él que le ponga límites, es totalitario, intolerante, absolutista y dominante, por su necesidad de control y orden. Desde siempre el hombre ha intuido la existencia de Dios. La fe no es producto de las emociones ni tampoco es una proyección del razonamiento, aunque sí se puede sentir y razonar o, dicho de otro modo, tener fe es razonable, nace de la búsqueda del sentido de la vida. Los profetas revelaban la verdad de Dios y se producía una comunicación indirecta pero efectiva y verdadera sobre los hechos que ocurrían.

La palabra de Dios, dicha por verdaderos profetas a los hombres, es como el agua que cae sobre un campo ya sembrado, que produce el fruto del trigo, es recogido y con él los hombres crean el alimento necesario para alimentarse. Así es la fe, primero el hombre intuye y busca las respuestas más transcendentes a lo que siente más profundamente, sembrando su Espíritu, y escucha la palabra y el Amor de Dios, que es la lluvia que hace crecer la fe. Esa fe inicial pequeña que encuentra palabras que dan sentido a lo que sentimos y da el fruto de la fe verdadera, que es recogida, elaborada y madurada para que sea alimento de vida y sustento de la esperanza. Que la fe se personalice, venga o nazca de Abrahán, no es una casualidad, sino la necesidad por parte de Dios de una comunicación indirecta con el hombre, pero directa con la fe de Abrahán. Dios desde el primer día se comunica con el hombre a través de la fe, pero sin herir su capacidad de decidir, que sí comprometería si se comunicara a través de la razón. Dios no puede relacionarse directamente y tanto el hombre como Dios necesitan verdaderos mediadores que transmitan la palabra y las promesas de Dios. Moisés se convierte en mediador del pueblo elegido, como ejemplo y como promesa, y Dios lo libera de su esclavitud, lo guía y lo protege hasta que se establece una alianza a través de su fe, donde ellos serán su pueblo y Él, su Dios.

La fe verdadera es confianza y siempre se desarrolla entre dos, es como el amor verdadero, si no existe el objeto de mi amor, no existe mi amor. En la fe es exactamente igual, creo en mi hijo, creo en mi padre, creo en una persona concreta a quien quiero, si no existiera el objeto de mi fe, mi fe sería vana. No sería fe, serían emociones y proyecciones del razonamiento. Una fe que va madurando también va creciendo en certeza y confianza porque existe el objeto de mi fe; si no la fe no podría crecer, sería imposible. He visto cambiar a personas desde el error a la verdad solamente porque una persona que le quería, creía en él. ¿Cuántos han recuperado a sus hijos perdidos porque no dejaron de creer en ellos? ¿A cuántos recuperará Dios por creer en ellos? ¿Cuántos hijos encontrarán a Dios Padre por creer en Él?

Si analizamos esta primera fe de la historia, quizá podamos darnos cuenta de que, aunque Dios se relaciona con nuestra fe, es indirectamente y esto provoca que nuestro razonamiento sea cada vez más mediador en nuestra fe, haciendo de la ley de Dios un código de conducta de obligado cumplimiento cuando está ausente el amor. Ya no es una ley de amor y el razonamiento se impone a la verdadera fe, se llena de moralismo y el juicio de la razón dicta su sentencia. Ya no es una Ley de Dios que es límite de nuestro razonamiento, sino un razonamiento sin ningún límite que convertimos en ley. Se convierte en una fe proyectada por la razón que adora a Dios, a una imagen de Dios que tú mismo has desdibujado. A Dios no se le adora como a un ídolo, ni se adapta a mi razón, a Dios se le Ama. Para el hombre de fe, Dios es el objeto de su Amor.

Esta fe que se difumina en la razón cuando falta el Amor, es la primera, y a la vez es el campo sembrado para cuando la verdad de Jesús dé vida y haga crecer esa fe. Jesús da sentido al Antiguo Testamento porque es el verdadero mediador entre el hombre y Dios, y el agua que da vida a la fe del hombre. Dios se hace hombre en la persona de Jesús y aquí cambia la historia de la fe. Trae la comunicación directa, es mediador único porque intercede entre el pecado del hombre y el amor de Dios. Trae al hombre la verdadera palabra de Dios y la capacidad de llegar al Padre a través de Él. Jesús asume la salvación del hombre por amor, no viene a salvar a los justos, sino a los pecadores. Si antes de Él la revelación de Dios se daba a través de los profetas y la fe del hombre, con Jesús es posible creer en Dios a través de Él. Su verdad y sus mandamientos son palabra de Dios. Ya no es alguien al que se revela la verdad, sino alguien que conoce la verdad y que puede unir verdad y Amor. Jesús es conocedor de la verdad y a la vez Ama, es más que hombre, conoce a Dios y conoce al hombre, es Dios y es hombre, nadie que no sea Dios puede Amar como Él nos Amó. Trae a nuestros corazones la verdad del Padre, cree en cada uno de nosotros y somos objeto personal de su Amor.

La gran novedad que produce la verdad de Jesús es que transforma al hombre de fe para que pueda amar al prójimo como a sí mismo. Su verdad no puede ser alterada, y poner dudas a cualquiera de esas verdades es no encontrar el camino de la fe. Su verdad nunca se podrá manipular, se cree con todas las letras o no crecerá la fe. “Yo soy el buen pastor” es verdad desde hace 2000 años y será verdad al final de los siglos, y la fe de la Iglesia protege esa verdad. Integrarla en tu corazón es transformar tu fe y sentirte unido a Él. El que se transforma en la verdad de Jesús siempre es atraído hacia la Santa madre Iglesia por su corazón. Con las palabras de Jesús se puede sentir a Dios, son un soplo de libertad en el corazón, son dulzura, ternura, bondad, amor, fortaleza y verdad. Ningún corazón que las escuche con fe las puede rechazar, se integran en el corazón Solo escucha y siente:
“Yo soy el camino, la verdad y la vida”, “El que cree en mí, aunque muera, vivirá”, “No he venido a salvar a los justos sino a los pecadores”, “No juzguéis si no queréis ser juzgados”, “Lo que es imposible para el hombre es posible para Dios”, “No os angustiéis por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes”, “Ánimo, levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación”, “La verdad os hará libres”, “Venid a mí los que estéis cansados y agobiados”, “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”, “El que quiera ser grande entre vosotros, que sea su servidor”, “El que cree en el Hijo tiene vida eterna”, “Yo estoy con vosotros hasta el final de los tiempos”, “Yo soy la luz y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en tinieblas”.

Esto es libertad, amor y verdad. Libertad porque solo necesito tener fe. Amor porque se acerca a lo más profundo del corazón a calmar nuestro temor, y verdad porque todo lo que te haga sentir la unión del Amor y la libertad, siempre es verdad. En esta fase de fe, la Iglesia tiene un protagonismo fundamental, ha protegido durante siglos esa verdad y con los sacramentos ha hecho de intermediaria, provocando que esa fe personal no se pierda y madure. El que se aleja de la Iglesia pierde la fe, siempre. Nadie puede mantener la fe si se aleja de la Iglesia. Nadie puede proteger la verdad y nadie puede hacer de intermediario entre Dios y el hombre.

En esta fase, donde la fe es personal, la Iglesia es pasiva, porque, aunque evangeliza y está llena de verdad, la relación entre Jesús y el hombre de fe no es directa. Jesús no puede relacionarse individualmente con cada hombre, salvo excepciones muy concretas, porque se relaciona con la fe del hombre y en ese momento de fe, debe ser a través de la fe de la Iglesia. Puedes creer en Dios y también en la verdad y mandamientos de Jesús, pero a esa fe y esperanza les falta el AMOR. Dar sentido a la creación, al mundo y a uno mismo entra dentro de creer en Dios, de la primera fe del hombre cristiano. Transformarte por creer e integrar la verdad de Jesús con todo tu corazón es la segunda parte de la fe cristiana. Incluso puedes sentir y tener la certeza de que son perdonados tus pecados, pero queda una parte fundamental para nuestra salvación y es dejar de ser esclavos del pecado, y esto solamente se consigue relacionándote con Jesús resucitado. Nos falta “amaos los unos a los otros como yo os amé”.

En la primera fe, Dios, a través de nuestra razón y de su revelación, consigue que clamemos al cielo y pidamos ayuda al Padre después de darnos cuenta de quién es y de quiénes somos nosotros. En la segunda parte llega a la tierra la gracia para todo aquel que la acoja en su corazón y el perdón para todos los arrepentidos, pero queda liberarnos de la esclavitud que todo pecado provoca. La esclavitud no es algo que elijamos, es un estado al cual estamos condenados porque pecamos y, aunque nos arrepintamos, no podemos salir porque no conocemos la libertad ni su camino. La libertad que da el Amor. Cuando nos relacionemos con Jesús resucitado conoceremos el Amor y podremos enfrentarnos, ahora sí, a nuestro pecado saliendo de su dominio.

El apocalipsis de Juan, a mi entender, deja muy claro este camino de la fe. Primero todas las criaturas y sabios honran al creador de todo, lo adoran como agradecimiento a su grandísimo amor, que desborda a cualquier ser. Segundo, la salvación viene a través de Jesús, donde en el libro de los elegidos puede poner tu nombre, Él es la piedra angular de la salvación del hombre. Tercero, y quizá la parte que todavía es más difícil de confirmar en la fe por no estar desarrollada, es el enfrentamiento de Dios directo contra la esclavitud del pecado y sus devotos seguidores. Manda plagas y calamidades, como en Egipto, para que esa esclavitud, ese faraón, deje salir a los hijos de Dios y puedan recorrer el camino de su liberación.

La fe Mística ha sido anunciada pero no puesta en marcha todavía, es el último movimiento dentro de la fe cristiana. No puede ir por libre, tiene que ser protegida y desarrollada por la Iglesia, una Iglesia activa que ya no solo proteja la verdad y mandamientos de Jesús, sino que salga al corazón del hombre de fe a través de Jesús resucitado. Si creemos en Dios y creemos en Jesús, desde nuestra realidad estamos primero pidiéndole a Dios que nos ayude y a Jesús que interceda directamente con Dios para que nos perdone nuestros pecados en un arrepentimiento verdadero, porque tener fe es creer en Dios, pero también conocerse profundamente. Pero falta “algo” para llegar a la tierra prometida, salir de la esclavitud, relacionarnos directamente con Jesús, encontrar un camino de libertad, dejar atrás todas las servidumbres, las dependencias y las cargas, ser verdaderamente libres y abrazar al Padre.

“Donde dos o más se reúnan en mi nombre, ahí estaré yo entre ellos”. Estas palabras de Jesús cobran sentido específico con la fe Mística. Siempre ha estado junto a nosotros, Jesús se ha hecho visible a través de la fe, de la fe transformadora de su verdad y sus mandamientos, pero no hemos podido relacionarnos con Él de una forma que viva en nosotros, por la sencilla razón de que no puede habitar donde reina la esclavitud del pecado. Aunque estemos arrepentidos de nuestro pecado, Jesús y Dios, además de perdonarnos, lo que desean es liberarnos, hacernos libres para que por propia voluntad dejemos atrás todas nuestras tendencias humanas, nos enfrentemos al pecado con la ayuda de Dios, vivamos en el amor de Jesús primero y luego descansemos junto a Dios.

Si llegamos a la fe Mística a través de una evolución lógica de la fe, seremos coherentes y a la vez fieles a la propia fe. Ninguna fe verdadera puede saltar de creer en Dios a la fe Mística, ni se puede creer en la verdad de Jesús sin antes creer en Dios, ni se puede llegar a la fe Mística sin creer primero en Dios y segundo en la verdad y mandamientos de Jesús.

Creer en Dios es una etapa de fe en la que se encuentran muchísimas personas, y permanecen en esa primera fe, ya sea porque su conciencia se conforma con la dimensión indirecta de Dios o porque su razón no necesita un perdón y le vale con un arrepentimiento razonado, y mucho menos entienda que sea posible relacionarse con Jesús en este mundo. Seguramente muchos avanzarán en su fe cuando vean este camino, su coherencia, su crecimiento, desarrollo y sobre todo la capacidad de integración que tiene, respetando las experiencias, la individualidad de cada persona, su propia fe. Este camino integra y desarrolla una fe común y verdadera. La razón siempre paraliza la evolución de nuestra fe, cuando la fe no tiene ningún límite, solo el amor, podemos mover montañas y vivir eternamente integrados en el amor de Dios.

Si después de creer en Dios, la verdad y mandamientos de Jesús son acogidos por tu corazón, tu vida tendrá una verdadera transformación, porque Jesús sí es un intermediario directo a través de su verdad; conoce a Dios y conoce al hombre. En el momento que muere podríamos perder su verdad directa y para eso creó la Iglesia a través del Espíritu Santo, que hace de intermediaria entre Dios y el hombre para no perder la verdad y mandamientos de Jesús. Nuestra fe personal cree en esa verdad, pero como la primera fe no percibe directamente a Jesús, necesitamos de la fe de la Iglesia y sus sacramentos para mantenerla. Nos encontramos en una fase de la fe donde, aunque la fuente es directa, la fe sigue siendo indirecta, no nos relacionamos directamente con Jesús, y por ese motivo alejarse de la Iglesia siempre es perder la fe.

La Iglesia ha mantenido la fe en la verdad y ha sido una maravilla porque donde más aislada del mundo ha estado, mejor se ha conservado. La clausura, tan difícil de comprender, es vivir y convivir con la verdad, siempre dentro de la Iglesia. La Iglesia siempre confirma la verdadera fe y también desmiente la falsa fe. El mundo afecta a la fe, la debilita, la pone en duda, la convierte en sospechosa, la acusa y la desprecia. Parece que vivimos la fe en la clandestinidad, como si nos persiguieran. La fe individual, si la exponemos al mundo, se desgasta, necesita de “algo” que la proteja. La fe es lo más valioso que tiene el hombre, es un don de Dios y germina en el hombre, es nuestra obra de salvación.

Necesitamos que esa fe sea directa y personal para que pueda estar en el mundo, sin miedo a ser acusada y despreciada, y pueda pasear por los corazones de los hombres de fe y quedarse dentro de ellos para siempre. Aquí cobra vida la profética frase de “el cristiano del futuro será místico o no podrá creer”. Para que la fe no sea desdibujada por el mundo y no sea necesario alejarse de él para conservarla y protegerla intacta, Jesús propone comunicarse con la fe de los creyentes directamente. Si la primera fe que cree en Dios como creador y Padre, nos sitúa en el centro de su obra y da sentido a la creación, la segunda fe, que cree en la verdad y mandamientos de Jesús, nos sitúa ante una revelación directa y transformadora porque une amor y verdad.

La tercera parte de este camino nos debe situar en una autonomía de la fe que no pueda ser dañada por el mundo. Una fe con unos cimientos que un vendaval o las tribulaciones no puedan destruir. Algo más allá de creer sin ver, creer sintiendo a Jesús resucitado, creer enfrentándonos a nuestro pecado, creer decidiendo en libertad, creer con la certeza que produce sentir el amor de Jesús y desechar la esclavitud del pecado, que ya no estará oculta, y seremos autónomos en la fe. En la fe personal te acercas a la Iglesia, a Jesús y a Dios, pero ellos no pueden relacionarse contigo directamente porque, aunque lo desean, no pueden estar donde está la esclavitud del pecado, no pueden convivir. Es nuestro estado natural hasta que vivamos en el Amor, no existe ningún atajo, es un camino de salvación por la fe. Dios puede actuar directamente, pero quebraría nuestra libertad de decidir. Quiere que lleguemos a Él a través del amor y de la libertad.

Si en la verdad sentimos y descubrimos el perdón, en la liberación de la esclavitud del pecado iremos descubriendo poco a poco, porque es un camino de transformación, la libertad que produce el amor. No es un Amor pasivo que nos ayuda para que podamos vivir, como hacemos nosotros con quien ayudamos. Es un amor vivo que ama y que además integra dentro de Él, no quiere ayudarte, quiere abrazarte y vivir contigo. Pero para que Dios pueda abrazarte, debemos liberarnos de todo lo que esclaviza al hombre. En la vida es igual, a un hijo drogadicto, si te pide perdón no podrás menos que perdonarle porque lo amas, pero solo lo podrás abrazar y confiar en él, cuando se libere de todo ese mundo patético, triste y doloroso de su esclavitud.

Solo existe la esclavitud del pecado o la libertad del amor, no existen distintos estados de vida, ni ideologías que den la libertad, ni lucha contra las injusticias que ordenen el mundo, ni una desconcertante realidad fruto del azar y ni mucho menos la nada. La nada existe en el razonamiento de un hombre que no tiene fe, cree que con su razón lo tiene todo y sin embargo no tiene nada. No tener fe es el castigo del arrogante y el peor estado del hombre. ¿En qué va a creer sin fe? ¿En la vida después de la muerte?, la verdad es que sin fe suena irreal. Dar la espalda a Dios es vivir una vida que parece práctica y concreta, pero en realidad es una forma de vivir donde el pensamiento teórico sustituye, incluso, a un análisis razonable. Es elegir tu destino y es también elegir tu vida, pero sin saber dónde te va a llevar, aunque creyendo que sabes. El pensamiento teórico ateo, cuando lo pones en práctica siempre se convierte en estructura controlada, nunca tiene sentido ni libertad en la práctica. Dar la espalda a Dios es cambiar una vida con sentido y esperanza por otra que debe ser estructura “ética”, “moral” o “política”, y termina en la nada. ¿Nuestra existencia es por casualidad? ¿No tiene ningún sentido la vida y, vivamos como vivamos, solo tiene sentido el que logra inscribirse en el libro de la historia? Quizá deberían buscar su propia humildad. Nadie que no tenga una fe verdadera puede ser humilde. La arrogancia, el control, la tristeza por una falta de paz interior y, por encima de todo, el miedo, son síntomas de una clara esclavitud del pecado que, por cierto, todos experimentamos.

La humildad, la confianza en Dios, la esperanza y la fortaleza ante las adversidades son síntomas de un hombre de fe. El hombre de fe parece que no es concreto, ni realista porque vive de la confianza en Dios y de la esperanza, pero en la práctica adquiere el sentido que en la teoría parece que no tiene. Cualquiera que tenga experiencia de vida y de fe, lo sabe. El ateísmo es un pensamiento teórico que en la práctica se convierte en utópico, es la negación del propio existencialismo del hombre, existimos, pero por casualidad, y nuestra vida no tiene sentido; es una ideología teórica que carece de sentido cuando la aplicas a la vida, sólo vive de la negación de la propia fe. La fe parece que roza la irrealidad y sin embargo poniéndola en práctica se experimenta su verdadera realidad, una realidad que es mucho más inmensa de lo que habías imaginado. Es un camino que busca la libertad del hombre hasta que pueda ser liberado de su esclavitud del pecado. En el camino de la fe no hay teorías, hay realidades. Existimos porque Dios nos ama y el sentido de nuestra vida está marcado por la fe.

Salir de un estado de esclavitud del pecado es un enfrentamiento contra el pecado, contra el mal. Cuando nos damos cuenta de nuestra incapacidad para no pecar, deberíamos buscar una salida a ese estado y, sin embargo, nos doblegamos ante la esclavitud del pecado. Existe la salida y lo dijo claramente Jesús, “yo soy el camino, la verdad y la vida, el que crea en mí, vivirá eternamente”. Para esto necesitamos que Jesús se acerque a nosotros, pero no puede individualmente, porque donde hay esclavitud y pecado no puede habitar Él. Sin embargo, sí se puede relacionar directamente con la fe de un grupo de personas, “donde dos o más estén reunidos en mi nombre, ahí estaré Yo”. Estará directamente guiando a ese grupo y apoyando el enfrentamiento que se producirá contra nuestro pecado, un pecado que es el mismo en cada una de esas personas. Enfrentarse al pecado requiere ir arrancándose del interior esa masa que nos corrompe, que nos hace miserables y hace que seamos solamente el 5% de lo que podríamos ser todos. Enfrentarte a tu pecado es navegar en la oscuridad del hombre donde siempre nos perdemos, es una soledad infranqueable, salvo que nos ayuden y acompañen. Debemos darnos cuenta de que estamos donde estamos porque lo decidimos en libertad, incluso un hombre de fe se perderá en su propia esclavitud, aunque se arrepienta de sus pecados porque Jesús no puede guiarle individualmente y seguirá en un estado de esclavitud. Es como el drogadicto que se arrepiente de muchísimas cosas, pero no puede dejar de ser drogadicto por simple incapacidad. Necesita una grandísima fe, motivación y esfuerzo, que alguien le quiera y crea en Él, transformar su interior y ver dónde está el camino de su libertad.

Debe ser en grupo de fe de verdad para que Jesús pueda directamente relacionarse con la fe del grupo y también para tener una alternativa real para no volver atrás, con el apoyo de los demás. La fe es maravillosa, puede ser íntimamente personal y a la vez prodigiosamente colectiva. Si ya tienes fe, ahora se trata de conservarla, cuidarla, analizarla y dar el salto a Jesús, donde todo es verdad y amor; y, cuando estés preparado, enfrentarte a tu pecado junto a verdaderos hermanos, salir de la esclavitud del pecado y así jamás volver a estar solo. El amor te integrará dentro de Él para toda la eternidad.

Dios, como dice el Apocalipsis, mandará todo su poder para que el mal, la esclavitud del pecado se arrodillen y dobleguen para liberar a sus hijos. En este enfrentamiento, también personal, se vislumbrará un horizonte de libertad, que no será la meta sino el inicio del camino, donde después de muchos intentos por volver, vamos dejando de ser esclavos del pecado para convertirnos en verdaderos hijos de Dios. Un Padre que promete una alianza y una protección unilateral para ese camino de libertad, donde la Iglesia pasará a ser fundamental, discerniendo y ordenando a través del Espíritu Santo los falsos caminos y bendiciendo el verdadero camino; una Iglesia activa que hará de la fe mística el camino ineludible para el hombre de fe. Cambiaremos la infinidad de caminos que producía la fe personal por un solo camino, eran individuales, personales y de los cuales nos apropiábamos, siendo caminos de desunión en muchos casos. Ahora podremos desarrollarnos individualmente porque nos enfrentamos a nuestro pecado personal y a nuestra esclavitud, acompañados y en un solo camino de obligado recorrido para todos, que está llamado a ser la unión de los hombres de fe, la unión de la Iglesia y la relación directa de Jesús con la fe del hombre.

La fe siempre produce esperanza, la esperanza es un estado vivo de búsqueda de amor, solo necesitamos que el Amor salga a buscarnos para unir eternamente a un Padre con su hijo en un final sin retorno.

Para el hombre existen la esclavitud del pecado o la esclavitud del Amor, y solo el Amor nos hace libres: cuando tú eres, Dios no es; cuando Dios es, tú eres.









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